martes, 6 de enero de 2009

El Instituto Cervantes y el Sáhara

El Ministro de Cultura de España pide homologar toda la actividad cultural española en el extranjero bajo la coordinación y dirección de un único Ministerio, el suyo. Parece una medida lógica. Lo que no parece interesado en pedir es que el Instituto Cervantes se preocupe de "la otra cultura", la que no se envuelve bajo el elitismo y se ampara en la corrupción de los conceptos. La que debiera preocuparse por atender a otras gentes, otras culturas, proyectar una imagen diferente y alejada de los intereses económicos de quienes la manejan hoy día, de las dependencias del mercado, el egocentrismo, el amiguismo y la dependencia de los monopolios que la controlan. Para el Instituto Cervantes, por ejemplo, que se dedica a proyectar en el mundo la presencia de los autores "más vendidos" -la expresión tiene dos acepciones, ambas pueden ser válidas- en literatura, música, arte, etc, el Sáhara no existe. El Instituto Cervantes recibe a personajes como ese grotesco y listillo que representó a España en la basura del festival eurovisivo el pasado año, pero no recibe ni presta aternción a los poetas saharianos Zahra Hasnani y Bahir Mahmud Arrah que fueron a California a hablar de los problemas de su sacrificado pueblo y de como en medio de la soledad y el desierto intentan realizar una cultura viva para sus gentes. Hablan, piensa, escriben en español. Pero eso, ¿qué les importa a las autoridades culturales españolas?. Hacinados en los campamentos, sin recursos económicos, acosados por la represión marroquí, intentan que el español sobreviva y sus hijos sean más cultos para un día ser más libres. Pidieron ayuda en carta firmada por 50 escritores al Instituto Cervantes a finales de 2004. La contestación se limitó a decir "que no era asunto de su incumbencia".
Cultura, libertad: cadáveres en la boca de los gobernantes.

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