jueves, 27 de agosto de 2009

Pablo Antoñana

Nos conocimos en el año 1976. Bastaron pocas palabras para entendernos. Había encontrado a un escritor. Y a un ser humano con el que la comunicación se realiza a través de lecturas, pensamientos. Nos escribimos algunas veces. ´Compartíamos parecida aversión al mundo político, cultural, incluso literario, que nos envolvía. Quise darle a conocer a la tribu de los escritores, críticos, editrores, etc, dedicándole un número de´la revista que dirijo, República de las Letras. Vano empeño. Salvo algunos amigos o lectores, los escritores no se interesan por seres semejantes. Ellos viven en el mercado, en la búsqueda del éxito, el dinero, el reconocimiento. Escibía Pablo en periódicos que fueron o cerrados o eran silenciados fueran de Euskadi. Compartíamos en ellos algunas reflexiones críticas. Dar voces en el vacío. Estaba loco. Como yo. Desarraigado. Silenciado. Pocos escritores, en la España contemporánea heredera de Galdós o Baroja consiguieron como él recrear un tiempo histórico, enfrentamiento de pueblos, retrato de auténticos seres humanos, paisajes de la guerra y de la paz dxonde se desarrollan el odio, el rencor, lasd ambiciones, y la imaginación, y la recreación de viejas historias, las culturas que fenecen. Navarro. Y vasco. Su tierra, tan sangrada, no tuvo más remedio que darle algunos reconocimientos. Más allá de ella, el silencio. En tiempos ya lejanos Rafael Conte se ocupó algo de él. Luego ya eran las supeditaciones a quienes controlan y manipulan la información, la crítica literaria, la obediencia a los intereses económicos de los grandes grupos editoriales. Las pequeñas mafias de las que pocos se atreven a hablar. Porque aquí, en la literatura, también se practica la ley del silencio. Quién a ellas se enfrenta sabe que queda marcado. ¿Alguien recuerda, por ejemplo, a uno de los que lo intentó? Se llamaba Julio Vélez. "Miseria de nuestra cultura". "Siglo XX, tiempo de canallas" Títulos de libros míos. Antoñana hablaba de ellos. Los lobos esteparios.
Algunos de los títulos de la gran obra de Pablo Antoñana, son: "La cuerda rota" "El sumario", "Noticias de la 2ª guerra carlista""Despropósitos", "De esta tierra y otras guerras perdidas". Titulaba aquel número 96 de "Redpública de las letras", Pablo Antoñana, la soledad de un escritor fascinante. Y en él incluía 70 páginas de sus memorias "Hilvano recuerdos", además de su texto "Testamento", que concluía diciendo: "Con esto me despido, adiós, os espero en el misterio de la muerte". Yo, hoy, me sumerjo en el misterio de sus palabras, que decían: "Me consuela saber que cuanto escribí, mientras estuve sonámbulo entre los vivos, lo fui recogiendo, con paciencia de monje, de boca de los campesinos de mi pequeño país"

martes, 11 de agosto de 2009

El mundo hoy

Hace ya muchos siglos escribió Marco Aurelio: "El que no sabe qué es el mundo no sabe donde está. El qué no sabe para qué ha nacido no sabe quién es. El que descuida una sola de estas preguntas no podría decir que es el mundo ni para qué ha nacido en él. ¿Qué te parece el que persigue el ruido de los que aplauden, los cuales no saben dónde están ni quienes son?"

En el mundo de la ceguera, con Internet, aviones a reacción y bombas inteligentes (que solo matan personas) Marco Aurelio con tinúa siendo más actual y profundo que el 90% de los pensadores de nuestros días. El mundo es una representación al servicio del desarrollo tecnológico, y los seres humanos cada vez sobran más en él. Antes desaparecerán el arte, la literatura y con ellos la memoria. Todo lo que nos hizo soñar, nos proporcionó las mejores hotras de felicidad de nuestro crecer a la vida. La abdicación de escritores, artistas y filósofos de su gran función, crear, imaginar, bañarse en la experiencia de quienes les antecedieron, abrir caminos al futuro, resulta algo tan trágico como nauseabundo. Vivir entre mercaderes, emprendedores y demás ralea, es como sumergirse en aguas estancadas que ningún placer pueden provocar a quienes se lanzan a ellas sedientos y ansiosos de encontrar su refrescante caricia. El lenguaje no es ajeno a esta putrefacción. Por eso, carente de significados, se le reproduce -tomado de los medios de incomunicación y discursos, convenciones políticas, económicas, culturales, académicas- a la manera que los papagayos reiteran virtual y monótonamente algunas de las voces que escuchan. Al mundo de hoy le llaman de progreso, cuando es un mundo en el que el pensamiento retrocede, se ha estancado, vive de lo que fue, nunca de lo que puede ser. Tal vez debiéramos ser cada vez más escuetos escfribiendo. Lanzar preguntas sin ofrecer respuestas. Porque las respuestas adsemás o no existen o nadie parece interesado en darlas.

La Linterna del S. XXI