María Moliner: náusea: malestar físico acompañado de ganas de vomitar.
repugnancia física o moral que se siente contra algo.
Estéticamente ya el personaje provoca, nada más contemplarle, ganas de vomitar. Escuchándole hablar, habiéndole soportado como jefe de gobierno, el malestar moral provoca algo más que náusea: impotencia, miedo, odio, violencia. Porque el personaje, un Franquito tan pequeño y rechazable como él, pero afortunadamente sin sus poderes y encajado en otrras circunstancias, no se encuentra solo. Y ahí llega nuestra perplejidad, angustia, desolada tristeza. Detrás de Aznar se encuentran profesores, periodistas, universidades, medios de comunicación. Y algo más terrible, eso que se llama pueblo, una parte considerable de ese pueblo que se cobija en un territorio denominado España. Son los que le apoyan activamente. Pero existen otros. Quienes no le combaten con la violencia debida. Quienes creen que la democracia se sustenta en negar la memoria histórica y política, respetar a golpistas, a traficantes y explotadores corruptos que se amparan en bancos, empresas, alcaldías, escaños parlamentarios. Quienes instalados en puestos responsables de partidos o sindicatos que se denominan de izquierda se ocupan más en desmovilizar a quienes luchan, son críticos, no aceptan el neofascismo que en alentar luchas revolucionarias sociales y políticas que impidan que el neofranquismo, amparado en los 1001 Aznares que nos rodean, campe por sus fueros. No es un gesto repulsivo de quién al fin solo parece ser un personaje bufo chaplinesco capaz en sus desplantes de alentar guerras y aplaudir masacres de pueblos y convertirse en el mayor bufón que nunca en su historia encontró a su servicio el imperio de los yanquis en sus patios traseros necesitados de lacayos y palafreneros que los cuiden, el que más nos irrita. Porque un fía, el gran Houdini, el hombre del dedo airado y la sonrisa torcida se quitará la chistera en medio del escenario y con su torva y repulsiva figura se dirigirás a los espectadores diciendo: "esto es España, señores". Y los espectadores, conejillos bien domesticados y con la misma capacidad pensante de estos animalillos huidizos, aplaudirán entusiasmados.
Aznar. Es algo más que una profunda náusea lo que provoca.
repugnancia física o moral que se siente contra algo.
Estéticamente ya el personaje provoca, nada más contemplarle, ganas de vomitar. Escuchándole hablar, habiéndole soportado como jefe de gobierno, el malestar moral provoca algo más que náusea: impotencia, miedo, odio, violencia. Porque el personaje, un Franquito tan pequeño y rechazable como él, pero afortunadamente sin sus poderes y encajado en otrras circunstancias, no se encuentra solo. Y ahí llega nuestra perplejidad, angustia, desolada tristeza. Detrás de Aznar se encuentran profesores, periodistas, universidades, medios de comunicación. Y algo más terrible, eso que se llama pueblo, una parte considerable de ese pueblo que se cobija en un territorio denominado España. Son los que le apoyan activamente. Pero existen otros. Quienes no le combaten con la violencia debida. Quienes creen que la democracia se sustenta en negar la memoria histórica y política, respetar a golpistas, a traficantes y explotadores corruptos que se amparan en bancos, empresas, alcaldías, escaños parlamentarios. Quienes instalados en puestos responsables de partidos o sindicatos que se denominan de izquierda se ocupan más en desmovilizar a quienes luchan, son críticos, no aceptan el neofascismo que en alentar luchas revolucionarias sociales y políticas que impidan que el neofranquismo, amparado en los 1001 Aznares que nos rodean, campe por sus fueros. No es un gesto repulsivo de quién al fin solo parece ser un personaje bufo chaplinesco capaz en sus desplantes de alentar guerras y aplaudir masacres de pueblos y convertirse en el mayor bufón que nunca en su historia encontró a su servicio el imperio de los yanquis en sus patios traseros necesitados de lacayos y palafreneros que los cuiden, el que más nos irrita. Porque un fía, el gran Houdini, el hombre del dedo airado y la sonrisa torcida se quitará la chistera en medio del escenario y con su torva y repulsiva figura se dirigirás a los espectadores diciendo: "esto es España, señores". Y los espectadores, conejillos bien domesticados y con la misma capacidad pensante de estos animalillos huidizos, aplaudirán entusiasmados.
Aznar. Es algo más que una profunda náusea lo que provoca.