Delincuentes al poder, manifestantes a la cárcel. El neo feudalismo
Rato. Undangarín. Pujol. Bárcenas. Eres. Suicidios. Eurovegas.
La Banca. El poder real. Los banqueros: como en tiempos feudales. Señores de horca y cuchillo. Ahora destruyen los beneficios sociales alcanzados tras años y años de luchas, a veces ciudadanos de su reino mueren de hambre, por falta de atención médica, sus hijos cada vez sufren más carencias para poder estudiar, imposible acceder a las Universidades, hablar de estas cosas es demagógico, dicen, mientras juegan al golf, frecuentan estaciones de sky, toman caviar en fiestas y reuniones acompañados de sus mujeres, prostitutas de lujo, amantes masculinos de diseño hortera, se exhiben en la mugre de televisiones pagadas con su sucio dinero. Los nuevos terratenientes, los señores no ya de horca y cuchillo sino de cheques, cuentas bancarias en paraísos fiscales y policías y justicias a su servicio.
Rato toca la campana. Rato sonríe. Su rostro repulsivo se acompaña, tras sus escándalos financieros cuya sanción va carcomiendo y eliminando el paso del tiempo, de contratos millonarios: Telefónica, el Santander del gran Señor Botín, uno de los grandes del neo feudalismo, uno de los poseedores de más Castillos de la nueva España feudal, sus palabras y su rostro provocan la estampida de los ojos y la inteligencia, al contemplar a ambos señores uno solo siente asco, y a esos contratos Rato une los todavía más suculentos que le devengan por los servicios prestados a la clase nobiliaria bancaria, la gran esquilmadora de los tiempos modernos: superará en suma varios millones anuales de euros. Y mientras ellos suman y suman sus beneficios, no dejan de pontificar que los jubilados españoles que cobran de 600 a 1000 -tal vez algo más, no mucho- euros mensuales, deben sacrificarse y renunciar a parte de ellos para salvar a esta España que ellos tanto aman.
Undangarín. 6.000 euros al mes, más otros 6000 en gasto de educación para sus hijos, y no hablemos de lo que cuesta el tren de vida que llevan en el dorado exilio de uno de los países más repulsivos del mundo, allí, donde en las aguas del lago Leman se espejean todas las corrupciones de los Dráculas que se alimentan del sudor, el trabajo y hasta la sangre de millones de seres humanos, es donde han instalados sus reales una parte de la familia del Rey.
Pujol. Las banderas catalanas, sus himnos nacionales, su historia truncada, sirven también para ocultar a los Pujol y sus acólitos y servidores, otros miembros de la gran familia feudal todavía española -ellos aspiran a un feudalismo propio, el catalán- que saben también mucho de estas historias, de ganar miles y miles de euros en negocios oscuros y trasladan sus fortunas a aquellos lugares en los que el fisco no pueda entrar. Patriotas, si, pero por encima de todos los patriotismos se encuentra el dinero que ellos acumulan a costa de los siervos a los que dirigen desde sus castillos feudales.
El PSOE. El principal partido de la oposición pide calma en sus acciones políticas. No se deben exacerbar las protestas. El Gobierno es cosa de dos, piensan, y para ello trabajan. Hoy por ti, mañana por mi. Y tienen miedo de llevar lejos las consecuencias de sus protestas, sobre todo porque cada vez que airean una crítica, alguien les pasa un papel en el que se airea una sigla. ERE. Sin duda que existen otra menores. Pero esta ha calado demasiado en sus actos y representaciones.
Bárcenas. ¿Y de Bárcenas, ay, que podemos ya decir de Bárcenas? Ese chuleta de película rancia nos atormenta, cada vez menos, es cierto, con su rostro, traje, presencia y ademanes. No tardaremos mucho en verle en libertad, como ha ocurrido con tantos otros cuya simple enumeración de nombres llenarían esta página desde la tra(ns)ición a nuestros días. Que buenos discípulos tuvo aquel Señor, el que supo sentenciar que siempre todo quedaba atado y bien atado. Atado y bien atado para que sea imposible desatascar los infinitos, mugrientos y criminales nudos de la corrupción. Todo sea en el acatamiento de la sagrada democracia.
Suicidios. De vez en vez suena el eco de las pobres gentes que se suicidan. ¿Suicidios o asesinatos? He ahí la cuestión planteada a los señores de los castillos y de los reinos de nuestros días por cualquier aprendiz de Shakespeare. Reflexionemos: ¿no sería mejor fomentar campañas cívicas para que los asesinos que inducen a sus víctimas con sus leyes económicas y actos de represión a quienes las incumplen a quitarse la vida , es decir, esas gentes del feudalismo bancario y de sus empleados políticos, incluso de los inexistentes Alayas que impidan los desmanes de los poderes financieros, cuyos rostros contemplamos a diario en los periódicos, la TV, tuvieran que sufrir su protesta, "acoso" las llaman ellos, que los presuntos suicidas se transformaran en activos combatientes, que de acosados pasaran a acosadores?
Eurovegas. Y mientras, mentiras entre las mentiras, otros rostros, el de alguno que parece sacado de un film de serie negra de los años 50 hollywoodense -siempre aparecían escoltando a los grandes gánster de la época con su mirada y facciones duras- o de quién bendice el plástico para no perder nunca la falsa sonrisa, hablan de Eurovegas, y hasta ¡oh sarcasmo entre los discípulos del lenguaje fascistoide! de Sanidad. Y de fondo, ese personaje todopoderoso, rey entre los reyes de los medios económicos que imponene sus leyes destrozando el mundo, un mundo en el que el Imperio del crimen como titulaba una película de Estados Unidos, tiene cada vez fauces más abiertas. Si llega a instalarse esa ciudad al margen de la ley -otro título de película- los muertos que se vayan produciendo en el tiempo por cánceres de pulmón, enfrentamientos de mafias, ajustes de cuentas, explotación y abuso de drogas, violencia sexual de las mujeres esclavas de los hoteles, burdeles, casinos de lujo, suicidas -que no faltarán- no podrán recaer legalmente sobre estas gentes que impulsan tan fastuoso proyecto, gentes que fuera del valor del dinero y la estulticia que su posesión provoca en sus celebraciones festivas y vacaciones y urbanizaciones de cochambre -por mucho mármol y oro que las revistan-, gentes que chapotean en las pútridas aguas de su estulticia y vaciedad intelectual y ética. Y tampoco sobre sus conciencias, porque siempre ignoraron el significado y valor de este concepto, igual que el de otros como dignidad, moral, libertad. Los fascistas que se declaran eficientes burócratas al servicio del poder corrupto y criminal -sea en la paz o en la guerra, en los campos de concentración bien provistos de hornos crematorios o en la lenta y apenas visible muerte e indefensión social a que someten a sus pueblos en tiempos en que las armas que también les sustentan se emplean contra otros pueblos- esos fascistas que no dejan de asistir a desfiles de moda e incluso a palacios de la ópera o galerías internacionales de arte, siempre se lavan las manos ante lo que ellos creen no provocar, de lo que jamás se culpabilizan: burócratas del mal, herederos de Lady Macbeth, que se limitan a decir: cumplimos órdenes. ¿De quienes? Siempre existe alguien, aunque sea uno solo, al que declarar máximo culpable.
La cúpula terrorista que usa en vez de uniformes, pardos o negros, corbatas, fracs, trajes de moda, vestidos de noche, cuando resulta necesario, se limita a instar a las fuerzas de su orden a medidas cada vez más drásticas y punitivas contra quienes se quejan o manifiestan contra ellos. Y esto no se combate de Pascuas a Ramos convocando una manifestación más o menos festiva. Se combate cada día y todos los días. Desde la calle, la voz, el papel, el ordenador, las reuniones, la discusión, la organización, necesaria e imprescindible, no burocrática, y la protesta continua y no sujeta a los dictados de quienes se muestran cada vez más conservadores, porque tal vez así conviene a sus particulares intereses, no al conjunto de la sociedad, sacrificada, desmoralizada y cada vez, por desgracia, más pasiva.
El PSOE. El principal partido de la oposición pide calma en sus acciones políticas. No se deben exacerbar las protestas. El Gobierno es cosa de dos, piensan, y para ello trabajan. Hoy por ti, mañana por mi. Y tienen miedo de llevar lejos las consecuencias de sus protestas, sobre todo porque cada vez que airean una crítica, alguien les pasa un papel en el que se airea una sigla. ERE. Sin duda que existen otra menores. Pero esta ha calado demasiado en sus actos y representaciones.
Bárcenas. ¿Y de Bárcenas, ay, que podemos ya decir de Bárcenas? Ese chuleta de película rancia nos atormenta, cada vez menos, es cierto, con su rostro, traje, presencia y ademanes. No tardaremos mucho en verle en libertad, como ha ocurrido con tantos otros cuya simple enumeración de nombres llenarían esta página desde la tra(ns)ición a nuestros días. Que buenos discípulos tuvo aquel Señor, el que supo sentenciar que siempre todo quedaba atado y bien atado. Atado y bien atado para que sea imposible desatascar los infinitos, mugrientos y criminales nudos de la corrupción. Todo sea en el acatamiento de la sagrada democracia.
Suicidios. De vez en vez suena el eco de las pobres gentes que se suicidan. ¿Suicidios o asesinatos? He ahí la cuestión planteada a los señores de los castillos y de los reinos de nuestros días por cualquier aprendiz de Shakespeare. Reflexionemos: ¿no sería mejor fomentar campañas cívicas para que los asesinos que inducen a sus víctimas con sus leyes económicas y actos de represión a quienes las incumplen a quitarse la vida , es decir, esas gentes del feudalismo bancario y de sus empleados políticos, incluso de los inexistentes Alayas que impidan los desmanes de los poderes financieros, cuyos rostros contemplamos a diario en los periódicos, la TV, tuvieran que sufrir su protesta, "acoso" las llaman ellos, que los presuntos suicidas se transformaran en activos combatientes, que de acosados pasaran a acosadores?
Eurovegas. Y mientras, mentiras entre las mentiras, otros rostros, el de alguno que parece sacado de un film de serie negra de los años 50 hollywoodense -siempre aparecían escoltando a los grandes gánster de la época con su mirada y facciones duras- o de quién bendice el plástico para no perder nunca la falsa sonrisa, hablan de Eurovegas, y hasta ¡oh sarcasmo entre los discípulos del lenguaje fascistoide! de Sanidad. Y de fondo, ese personaje todopoderoso, rey entre los reyes de los medios económicos que imponene sus leyes destrozando el mundo, un mundo en el que el Imperio del crimen como titulaba una película de Estados Unidos, tiene cada vez fauces más abiertas. Si llega a instalarse esa ciudad al margen de la ley -otro título de película- los muertos que se vayan produciendo en el tiempo por cánceres de pulmón, enfrentamientos de mafias, ajustes de cuentas, explotación y abuso de drogas, violencia sexual de las mujeres esclavas de los hoteles, burdeles, casinos de lujo, suicidas -que no faltarán- no podrán recaer legalmente sobre estas gentes que impulsan tan fastuoso proyecto, gentes que fuera del valor del dinero y la estulticia que su posesión provoca en sus celebraciones festivas y vacaciones y urbanizaciones de cochambre -por mucho mármol y oro que las revistan-, gentes que chapotean en las pútridas aguas de su estulticia y vaciedad intelectual y ética. Y tampoco sobre sus conciencias, porque siempre ignoraron el significado y valor de este concepto, igual que el de otros como dignidad, moral, libertad. Los fascistas que se declaran eficientes burócratas al servicio del poder corrupto y criminal -sea en la paz o en la guerra, en los campos de concentración bien provistos de hornos crematorios o en la lenta y apenas visible muerte e indefensión social a que someten a sus pueblos en tiempos en que las armas que también les sustentan se emplean contra otros pueblos- esos fascistas que no dejan de asistir a desfiles de moda e incluso a palacios de la ópera o galerías internacionales de arte, siempre se lavan las manos ante lo que ellos creen no provocar, de lo que jamás se culpabilizan: burócratas del mal, herederos de Lady Macbeth, que se limitan a decir: cumplimos órdenes. ¿De quienes? Siempre existe alguien, aunque sea uno solo, al que declarar máximo culpable.
La cúpula terrorista que usa en vez de uniformes, pardos o negros, corbatas, fracs, trajes de moda, vestidos de noche, cuando resulta necesario, se limita a instar a las fuerzas de su orden a medidas cada vez más drásticas y punitivas contra quienes se quejan o manifiestan contra ellos. Y esto no se combate de Pascuas a Ramos convocando una manifestación más o menos festiva. Se combate cada día y todos los días. Desde la calle, la voz, el papel, el ordenador, las reuniones, la discusión, la organización, necesaria e imprescindible, no burocrática, y la protesta continua y no sujeta a los dictados de quienes se muestran cada vez más conservadores, porque tal vez así conviene a sus particulares intereses, no al conjunto de la sociedad, sacrificada, desmoralizada y cada vez, por desgracia, más pasiva.