La política, tal como la desarrollan sus profesionales, es cada vez más nauseabunda. Si escuchando hablar a Rajoy uno tiene ganas de vomitar -y personalizamos en el cabeza visible de esa panda de mediocres, cínicos y nuevos fascistas que le rodean- habla Rubalcaba y sentimos verguenza y asco. Tiene un monotema. ¿Y a qué hablar de lo que no ha ocurrido? Todo puede suceder pero siempre se elige aquellas informaciones que hagan olvidar los grandes problemas que sufre un pueblo sometido a la explotación y la desinformación absoluta. Parece como si todos los que se encuentran en el poder, o en la oposición que es la otrea cara del poder, tuvieran miedo de que ETA se acabara. Lo entendemos. Tendrían que ocuparse de problemas cotidianos que llevan siglos sin resolverse o dejarían pensar a gentes que sin chivo expiatorio les ecigirían tal vez acometieran otras realidades. Lo que les obsesiona es no hablar de explotadores y explotados. Aquí se detiene a cualquier desgraciado por robar un pastel o intentar vender un disco para ganar unos céntimos. Pero a los llamados empresarios se los trata con guante blanco. Esos roban millones y encima el Estado los ayuda. De esos no habla Rubalcaba ni exige que se les aplique esa frase contundente que tantro emplean: caiga sobre ellos todo el peso de la ley". Pero, ¿qué ley, si la ley son ellos?. Bancos. Iglesias. Políticos. El terrorismo legalizado. Ese que si amenaza con sus corrupciones cada minuto del día no es tema para que hablen los Rubalcaba de turno.