Varios abogados se han visto imposibilitados de desarrollar sus defensas ante la pohibión de los jueces a que ocupasen los estrados si no se ponían corbata. Para un juez la corbata es más sagrada que la palabra o la razón. Por encima de todo los gestos, guardar las formas y la obediencia como verdad absoluta. Por encima de la propia justicia. Pueden aceptar que salgan en libertad condicional corruptos o maltratadores, estafadores o traficantes, violadores o realizadores de desfalcos, pero no que un abogado se presente ante ellos sin corbata. Es la vieja justicia de la justicia acomodada a las formas -en los golpes de estado, en los genocidios, también trabajan los jueces. Así un capitalista, o un militar criminal serán siempre más respetados y gozarán del privilegio que concede formasr la clase social del poder histórico, respetado aunque coyunturalmente sea procesado como delincuente que un obrero mal vestido, un inadaptado social, un trangresor de los usos y costumbres cuyos principales valedores son instituciones como la Iglesia, las Academias y no digamos nada de la sacrosanta Ley, valedora de la llamada Justicia. En el lenguaje no importa lo que se dice, sino respetar también las formas consagradas en su tradicional uso. Las mafias policiales, jurídicas, políticas o económicas nunca recibirán el mismo degradante trato -incluida las torturas que los delincuentes sin estatus social reconocido. El dinero y las formas sociales conforman nuestra moral y nuestra Ley.
No, no se puede uno presentar ante un juez sin corbata. Y mientras, jefes de policía acusados de dirigir bandas de corruptos al servicio de la prostitución y el tráfico de drogas, no tardan en recuperar la libertad, y dueños de prostíbulos pagan las elevadas fianzas -que a ellos, como a los grandes bancos que se jactan de sus ganancias y los dividendos que reparten entre sus grandes accionistas-de altos mandos de la guardia civil acusados de amparar y el narcotráfico y la corrupción que implica a miembros de su cuerpo. Seguro que a la hora de la verdad, eso si, todos llevan corbata.
Estamos implantando un sistema de comunicación a escala mundial, sustentado en raquíticas líneas de pensamiento. K. Krauss
jueves, 30 de abril de 2009
jueves, 16 de abril de 2009
Las televisiones. ¿Hasta dónde llegará el gobierno?
Primero fueron los bancos. A los señores de la explotación hay que auxiliarlos para que no pierdan sus intereses... depósitos en los paraísos fiscales, inversiones en fincas lujosas y protegidas, para que sus sueldos millonarios no mengüen. Mantener la banca privada es mantener el sistema de explotadores y explotados, de corruptos que nunca pagarán sus culpas porque la ley y la justicia los protegen, de condenados a sobrevivir cada vez más precariamente, o de seres humanos tratados como mera mercancía -los inmigrantes- de usar y tirar.
Y ahora le toca el turno a las televisiones. No se dictarán medidas para regenerarlas, para atajar ese mal endémico, auténtico cáncer para el pensamiento, la cultura, la formación del ser humano, que conforman las llamadas televisiones privadas. Algunas al servicio de la ultraderecha, del fascismo de nuestro tiempo histórico. No: hay qye ayudarlas para que se mantengan o incrementen sus ingresos publicitarios y puedan continuar embruteciendo, asesinando lentamente al ser humano que llaman ciudadano, más ciego, sordo y mudo que nunca. Se trata de cortar los ingresos a las televisiones públicas para derivarlos a las otras. No se habla de mejorar los contenidos. De que se forme un contrapoder al imperio del mal que se extiende por los imperios de la comunicación cada vez más monopolista, salvaje, terrorista. No: ha llegado la hora de sacrificarlas en nombre de la sacrosanta iglesia privada del consumo y la publicidad. Y todo, para más sarcasmo, en nombre del socialismo. ¡Qué perversión! ¡Qué pesadilla! Un fantasma, llamado democracia, anega el mundo.
Y ahora le toca el turno a las televisiones. No se dictarán medidas para regenerarlas, para atajar ese mal endémico, auténtico cáncer para el pensamiento, la cultura, la formación del ser humano, que conforman las llamadas televisiones privadas. Algunas al servicio de la ultraderecha, del fascismo de nuestro tiempo histórico. No: hay qye ayudarlas para que se mantengan o incrementen sus ingresos publicitarios y puedan continuar embruteciendo, asesinando lentamente al ser humano que llaman ciudadano, más ciego, sordo y mudo que nunca. Se trata de cortar los ingresos a las televisiones públicas para derivarlos a las otras. No se habla de mejorar los contenidos. De que se forme un contrapoder al imperio del mal que se extiende por los imperios de la comunicación cada vez más monopolista, salvaje, terrorista. No: ha llegado la hora de sacrificarlas en nombre de la sacrosanta iglesia privada del consumo y la publicidad. Y todo, para más sarcasmo, en nombre del socialismo. ¡Qué perversión! ¡Qué pesadilla! Un fantasma, llamado democracia, anega el mundo.
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BANCOS,
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- Edición, Twiggy Hirota.