miércoles, 30 de abril de 2014

Numero 71

A PROPÓSITO DE LOS SINDICATOS ESPAÑOLES

¿Quiénes son los corruptos?
¿Quiénes frenan las luchas de los trabajadores?

¡HASTA CUÁNDO, PODER RELIGIOSO?

Es necesario huir del lenguaje "políticamente correcto" y denunciar a quienes lo único que les preocupa, y por lo que pactan, es por conservar su poder o al menos las migajas que el auténtico poder -el financiero y el eclesiástico- deja a sus vasallos.
Desde hace años los sindicatos -el laboratorio experimental fueron los Estados Unidos, que tras las grandes huelgas de las primeras décadas del siglo XX y la crisis económica del 29 decidieron mejor que acosarles y perseguirles domesticarlos, ponerlos al servicio de los grandes capitalistas y trust financieros- vienen constituyendo una organización burocrática al servicio del capitalismo, no son sino muros de contención del neoliberalismo más agresivo contra las reivindicaciones de los ciudadanos, trabajadores o clases medias unificados en simplemente explotados de las oligarquías que gobiernan el mundo. Lógicamente al renunciar en su práctica a la historia de los hechos auténticamente reivindicativos, y aceptar su manutención por parte de los gobiernos explotadores capitalistas, se burocratizan y colaboran con quienes les pagan, mantienen y ordenan los límites de sus acciones, si no quieren perder las subvenciones que mantienen su status quo social, entrando así a formar parte de la corrupción generalizada consustancial a los grandes partidos políticos. Ellos conforman ya parte de esa corrupción que de vez en vez  salta, sin que tras el ruido tenga otras consecuencias punibles, a la opinión pública.
Este es un tema fundamental para abordar el presente histórico que vivimos. Los "malos", quienes se sitúan del lado de los explotadores, no son solo la cabeza visible de los partidos que se reparten el poder mantenido por la banca y las grandes empresas en el monopolio económico de Estados Unidos, Alemania y algunos otros sicarios de Europa. Sea en Andalucía, sea en Cataluña, -de los ERE de unos a los pactos con la oligarquía más reaccionaria y repulsiva aunque se vista de nacionalista de los otros-, los dirigentes sindicales han conducido a estas organizaciones -ah, tiempos añorados de los Marcelino Camacho de antaño- a un grado de podredumbre que o se combate por todos los medios o incapacitarán para la lucha reivindicativa al pueblo español para siempre. Ellos, más todavía que las fuerzas represivas llamadas del orden, meros autómatas al servicio de los poderes autoritarios, son los verdaderos frenos y obstáculos de la acción necesaria para impedir la esclavitud y sometimiento absoluto del pueblo español.
 
¿HASTA CUÁNDO, IGLESIA Y PODER RELIGIOSO?
 
Ya hemos pasado la llamada Semana Santa. Luego el Vaticano y los Papas. Pronto las romerías, Vírgenes de toda índole, homilías y peregrinaciones sin cuento. Y los políticos "bailando el Santo", que todos ser apuntan al folklore y la fiesta del gran emporio económico e ideológico que posee escuelas, bancos, lugares de ocio, radios, periódicos, televisiones, fincas,  etc. Así, desde hace siglos, se conforma la alienación colectiva. Opio visible o invisible del pueblo al que pocos se atreven a combatir, ignorando que conforma el más poderoso y eficiente aliado de la explotación capitalista y salvaje. Un día sí y otro también, envueltos por las palabras malditas que vuelven zombies a millones de personas. Y dando ejemplo en las imágenes, gentes que se llaman socialistas y hasta comunistas y piensan que así ganan un puñado de votos. Por un puñado de votos se pierde la posibilidad de que se pueda transformar un día el mundo y la libertad no sea una palabra tutelada por los poderes de siempre. Difícil resulta mientras exista el poder de las iglesias, en Europa o en el mundo árabe o asiático o africano, las cristianas, musulmanas o de cualquier otra índole, hablar del desarrollo de la civilización, del progreso. El presente será cada vez más débil- la industria de la incultura del ocio también se encarga de ello y para alimentar su fuego basta escuchar las palabras o leer los escritos de quienes la dirigen-. Pocos son los que se rebelan. ¿Hemos de extrañarnos así de que la censura  que no se ve pero que existe más desarrollada y eficaz que en tiempos del franquismo, aliada con el mercado y la publicidad, vaya conformando una sociedad cada vez más débil en su libertad? Porque para ser esclavo no se necesitan hoy ya las cadenas: los hilos invisibles que se mueven a través del desarrollo de la técnica y de la concentración de poderes manejados por los oligarcas y sus aliados -entre ellos las iglesias- convierten en siervos a quienes pasivamente aceptan esta situación, -otros, los menos, se rebelan, y son los perseguidos no solo por el poder represor, sino por los partidos y sindicatos del orden-, y entre unos y otros se agiganta la nómina de los perdedores de las antiguas conquistas sociales y del estado del que llamaban bienestar -otra palabra vacía de contenido- digamos mejor del estado de libertad conquistada con tantos sacrificios de miles y miles de ciudadanos, y hasta de guerras aunque fueran perdidas. Pensamiento rebelde. Lenguaje no censurado, conformista o correcto. Y no aceptación de leyes injustas. Otra forma de luchar que huya de la burocratización de quienes han traicionado la acción política, social y reivindicativa.

jueves, 3 de abril de 2014

Número 70

LA CRISIS QUE NUNCA EXISTIÓ

El lenguaje de Goebbels para engañar a los pueblos

Fueron los banqueros quienes inventaron la historia -necesidad sería más correcto decir- de la crisis, palabra salvadora para ellos y sus Consejos de Administración -donde están presentes representantes de los principales partidos políticos, no lo olvidemos- y palabra condenatoria para quienes iban a ser sus víctimas. Al poner en práctica su proyecto económico, político y social, estamos en crisis, obligaron a los gobiernos neoliberales -que dependen de las oligarquías que los imponen y corrompen, a ellos y al sistema democrático y su manipulación electoral- a dictar leyes para obligar a que se los "saneara" -decían- impedir su quiebra -es decir reponer sus recursos dilapidadores y que pudieran regresar a sus cuantiosos beneficios y reparto de dinero entre la casta política y económica que los conforman. De paso, empresarios y oligarcas fueron compensados con leyes y reglamentos que venían demandando, más rígidas que las vigentes, que pusieran freno a las conquistas sociales que a lo largo de las últimas décadas habían ido consiguiendo trabajadores y clases medias con sus luchas y reivindicaciones. Se aliaba así el terrorismo bancario y financiero con sus títeres políticos para imponer la reducción de salarios de quienes constituyen más del 80% de la población, incrementar sus horarios laborales, favorecer los despidos con menores indemnizaciones, eliminando derechos y contratos que los  hasta reducirlos a su antojo  -hoy cierro aquí la fábrica o empresa y la traslado a lugares donde aumente mis ganancias con explotaciones más inicuas y sin cortapisas legislativas, flexibilizo las plantillas en costes reduciéndolas, impongo contratos coyunturales con menos de 600 euros mensuales y con autorización para terminarlos cuando nos de la gana, incluso utilizo trabajadores emigrantes no sujetos a legislación alguna, sumergidos los llaman, etc. Y en cuanto al Estado, para "salvar" bancos, autopistas que no funcionan, aeródromos que no existen, empresas fraudulentas y en quiebra, cajas de ahorro, constructoras del gran negocio de la construcción, promulgación de leyes sobre ocupación del territorio en playas o lugares rústicos no urbanizables a los que ahora se da legalidad, etc. se reducen los gastos sociales en capítulos como educación, sanidad, cultura, se privatizan muchos servicios, se suspenden pagas extraordinarias, asistencias de servicios sociales, se congelan todo tipo de salarios, prestaciones de jubilación -ya se sabe que esto no afecta a los banqueros, consejeros, grandes empresarios, aparatos de partidos, directivos de medios de comunicación, etc.-
Es decir, todo un programa económico amparado bajo la palabra crisis para reconducir el capitalismo a una explotación más salvaje y que aumente los beneficios de los empresarios y los oligarcas, y paralelamente, subida de impuestos para la población trabajadora y flexibilidad para los defraudadores, condonación de la deuda de los que evaden capitales y engañan al fisco con la no tributación de sus impuestos, no entrar en los miles de millones que campan al margen de las leyes españolas en lo que llaman "paraísos fiscales".
Y para apuntalar estas medidas de la crisis decretada por quienes dijeron "basta" a esa farsa del estado del bienestar, regresemos al más viejo y salvaje capitalismo para el que tendremos que arbitrar además nuevas leyes punitivas y contra derechos como los de expresión, manifestación y otros similares, un día si y otro también impondremos -son nuestros seguros servidores- a lo que se denomina -seguimos en el lenguaje que deforma realidad y machaca las conciencias para terminar haciendo de la mentira verdad- medios de comunicación, ¿cuándo se los denominará para una más justa definición, medios de alienación?, que machaquen con la palabra crisis todas sus informaciones y opiniones, añadiendo otras "perlas" lingüísticas tan siniestras como los rostros de los personajes que las emiten: la gran vomitona podría titularse esta película que protagonizan entre otros Montoro, Cospedal, Guindos, Sáenz de Santamaría, Werth, Báñez -estos protagonistas principales, los secundarios se limitan a reproducir sus vómitos, en cuanto a Rajoy es como la gallina clueca que los acoge bajo su silencio-,  perlas semejantes a "necesidad de sacrificios", "por el bien de todos los españoles", "con la que está cayendo", "apretarse el cinturón", "así saldremos todos adelante", frases que conformarían un diccionario del terrorismo léxico que acompaña al terrorismo eclesiástico para conformar el catecismo político opresor y deformante de la eterna educación española. Es el fascismo informativo que a veces se impone con conceptos  y símbolos como el de banderas, patrias, independencias (¿de qué, para qué, acaso de la oligarquía económica europea, del imperialismo norteamericano?).
Y la parte de la población civil que intenta rebelarse contra este atroz engaño, esta farsa  programada para explotar y esclavizar más a los ciudadanos, y organiza marchas como las del 22 de marzo  a Madrid, no tarda en encontrar la respuesta a sus "pacíficas" protestas no ya solo en los sicarios policiales sino en los dueños de los medios de expresión, en radios, televisiones, periódicos, con la ayuda de tertulianos, opinantes, que salvo excepciones, se encuentran muy satisfechos de jugar el papel de criados asalariados de los grandes señores que les pagan hoy aunque les desprecien mañana, que les dan una palmada en su jorobada espalda -en ella cargan el peso de la colaboración siempre con los fascismos y negreros de la historia- por dedicar su lenguaje casposo a agredir a ese puñado de manifestantes que atacaron a "los pobres policías". Es el preludio de la mordaza. Lo que puede ocurrir -siempre ha ocurrido cuando el poder lo necesita- por no callar y aceptar las reglas del juego que se os han impuesto: más violencia y castigos,   y los medios del poder no son los de la desvalida oposición abandonada incluso por los partidos tradicionales que se encuentran muy bien en el juego de tronos. Esos medios de comunicación son los mismos que llevan días, semanas, meses saludando y santificando a los estudiantes, manifestantes -qué insidia que algunos recuerden a los nazis y dictadores que se mezclan e incluso aparecen dirigiendo algunas de esas manifestaciones- que con auténtica violencia,  muertos, muertos, toma de Parlamentos, de televisiones, destrozos de innumerables edificios, sacuden las calles de Ucrania, Venezuela, Egipto o...
Y no damos los nombres de los banqueros, oligarcas, políticos, eclesiásticos o nobles o aristócratas, ese puñado de ilustres ciudadanos -a los que nadie llamará violentos, y menos terroristas, que al contrario, todos saludan y ríen sus gracias y acuden a escucharles -incluso muchos de los que se llaman intelectuales y como vacuos pavos reales gustan de ponerse en la foto al lado de ellos- que vemos en las galas culturales, fiestas y conmemoraciones de toda índole, vacaciones o residencias lujosas, desfiles de modas, gentuza pulcra y bien vestida y comida que nunca visitará los lugares de la inmundicia, es decir, del hambre, la enfermedad, la falta de escuelas, atenciones sanitarias, viviendas -ah, estos de Cáritas que osan dar datos y cifras a los risueños o ceñudos ministros -la historia del gordo y el flaco, el poli bueno y el poli malo, la Virgen de los pobres -en este caso es del partido de los trabajadores (escúchese a Cospedal) o el mafioso buscador de tahúres para sus dominios, copa los films de nuestros altos cargos- lugares que parecen situarse, aunque afecten a casi un tercio de la población española según esos datos, en un país imaginario que nada tiene que ver con España, y que por eso ellos desconocen y no les interesa visitar. Son, si acaso, sus víctimas colaterales.
Resultado: para mantener la crisis y el estado de derecho, cada día se buscará imponer más multas, golpear con mayor saña y medios más modernos, acotar las protestas de todos esos revoltosos no alienados por sus bien controlados medios de la cultura del ocio, hasta conseguir que acepten la sumisión, la esperanza en la vida eterna, y se conviertan en fieles y silenciosos ciudadanos que acatan las leyes y se muestran sumisos y educados con sus guardianes.
También uno esperaría el otro 22 m de los que se dicen intelectuales -no hablamos del puñado de ellos que hacen lo que pueden, en la calle o allí donde escriben o crean opinión crítica con los escasos medios que les dejan en la cada vez más débil cuota de la libertad de expresión que regula el desorden de los monopolios de la censura- en el que como un gran coro denunciara este lenguaje fascista, este estado político, económico, cultural y social que persigue la nueva esclavitud del siglo técnico y científico en el que la civilización humana cada vez se va extinguiendo más, como diría Thomas Bernhard, esa sonrisa crítica a la que escupen cuantos ignoran, los descendientes de los simios que se ocupan de la cosa pública, eso si, encorbatados, bien vestidos, melifluos y de palabra casposa y torticera. Vedlos en cualquier momento en el Parlamento, en la televisión. Y si con gestos o con vuestro silencio no los denunciáis, al menos os reís de ellos, sabed que en el fondo, formáis parte de ellos.

La Linterna del S. XXI