miércoles, 9 de junio de 2010

Número 1. KARL KRAUS. 14-21 de julio 2010

Cuando Karl Kraus publicó el primer número de su revista Die Fackel, La Antorcha, declaró que intentaba ser

una luz en medio de un destino sombrío.


Kraus había nacido en 1874. Desde 1899 hasta su muerte, 1936, editó 912 números, algo más de 30.000 páginas impresas. Dejó inédito su libro La tercera noche de Walpurgis escrito en el verano de 1933, meses después de que Hitler ascendiera al poder. La obra vería la luz en 1952. Era una denuncia implacable, literaria y política, del nazismo.
En su revista, Kraus, en entregas que duraron varios años, publicó su extraordinaria creación Los últimos días de la Humanidad, alegato contra el desarrollo y decadencia de la sociedad humana y la posibilidad de alcanzar un mundo más justo y feliz. Se centraba en el terrorismo y genocidio provocado por la primera guerra mundial que tantos estragos causó a los seres humanos y a la naturaleza, denunciando a los poderes políticos, económicos, militares, religiosos y al propio periodismo, aliado de ellos, y causantes de la tragedia. En sus primeros diez años de existencia, La Antorcha dio cabida, entre otros autores, a trabajos de Theodor W. Adorno, Walter Benjamín, Alban Berg, Bertold Brecht, Elías Canetti, Sigmund Freud, Max Horkheimer, Oskar Kokoscha, Adolf Loos, Heinrich Mann, Arnold Schönberg, August Strindberg, George Trakl. A partir de 1911 y hasta su muerte fue Kraus el que se hizo cargo, en total soledad, de la mayoría de los trabajos publicados en la revista, con su humor corrosivo, su cultura expansiva, su lenguaje depurado, su violencia crítica. En ellos denunció la corrupción económica, la brutalidad policial, la miseria de la prensa, el pangermanismo, la moral pública, la explotación de la mujer, la civilización basada en una ciencia, técnica, comunicación, organización económica – la bolsa- entendidas como progreso que en vez de emancipar conducían a la destrucción. La prensa era en su inmensa mayoría para él una triple alianza de tinta, técnica y muerte, por eso invitaba a colaborar con él en la denuncia de la “canalla periodística”.

En 2010 nos encontramos inmersos en una guerra no declarada, menos cruenta, pero de terribles consecuencias para la libertad, el progreso de la sociedad, la propia existencia del ser humano. Hablamos de los conflictos locales que no dejan de sucederse en distintos escenarios del mundo, de las hambrunas que arrancan la vida a millones de personas, de la agresión constante a la naturaleza, de la devastación del pensamiento sometido por los medios de comunicación a una auténtica destrucción masiva de la inteligencia, de la diferencia, de las culturas del ocio dominadas por los oligopolios internacionales. Un mundo unificado en lo terrible, la obediencia ciega, la impotencia, la esclerosis de las organizaciones de izquierda, el terrorismo económico impuesto por las multinacionales de la explotación y el crimen. Nuestra Antorcha pretende ser uno de esos gritos de rebelión que surgen, individuales o colectivos, en la red. Invitamos a participar en ella a colaboradores que deseen expresar con sus opiniones, sugerencias, breves trabajos, críticas, denuncias, planteamientos utópicos el más profundo sentido del periodismo: el de la bala que estalla en el conformismo del lector. Irán siendo recogidas en los números que aparezcan en este periódico-blog. Pueden dirigir esas colaboraciones a mi correo particular:
andres@andressorel.com


No olvidó Kraus la perversión del lenguaje, el lenguaje que hoy ha vaciado de contenido palabras y conceptos como democracia, justicia, libertad, estado de derecho, cultura, derechos humanos. Por eso su inseparable amigo Walter Benjamín escribió de él:
“Recorre de noche las construcciones lingüísticas de los diarios y, tras la rígida fachada de las frases hechas espía en los interiores, descubre en las orgías de la “magia negra” el estupro y mentira de las palabras”
Kraus se preguntó hace un siglo, nos pregunta a nosotros mismos hoy:
¿es posible la literatura mientras impera el más absoluto de los horrores?
Esa es pregunta que brindamos a todos aquellos que quieran colaborar en esta nueva Antorcha.

Este trabajo se escribió en los primeros días de junio de 2010. En un lugar del valle de Zeberio. Se inició una mañana, al amanecer. Salí de la casa sumergiéndome en la profundidad del bosque. La niebla le había devorado. Solo en la lejanía, emergiendo del abismo de la nada, se vislumbraban los picachos de las montañas. Bajo ellas todo era una profunda, densa, ininterrumpida y espesa mancha blancuzca de la que emergían los cánticos de cientos de aves abismados en la ceguera. Al lado del sendero en el que mis pies flotaban vigilaban las más altas y descubiertas ramas de los pinos, abetos, fresnos, alisios. Poco a poco la niebla se fue levantando, despejada por el impulso ascendente del sol y del océano de brumas comenzaron a surgir las siluetas difuminadas de la casa quemada, de la ermita que en recientes siglos congregaba a oficios religiosos y celebraciones paganas a las gentes diseminadas por el valle. Cuando el sol acribilló con su luz la naturaleza descubriendo sus múltiples tonalidades, tomé consciencia de las repetitivas noticias que daban cuenta rutinaria de algunos sucesos acaecidos en las últimas horas en el mundo: un taxista había asesinado en Londres, antes de él mismo suicidarse, a diez personas; no se podía precisar si eran nueve, quizás algunos más, los componentes de la flotilla turca que se dirigía a Gaza y habían perdido la vida ametrallados por las fuerzas del ejército israelí; los burócratas sindicales y políticos españoles, ante las carcajadas de la patronal y los fascistas del partido de la oposición continuaban su huera melopea sobre el tema de la reforma laboral y la paz social –así denominaban estas entelequias concebidas a la mayor gloria de los dominadores del capital-; ya se repetían cansinas y reiteradas las otras noticias, del deporte a los sucesos, de las previsiones metereológicas a las escenas de alcoba y más o menos celebradas o acongojadas historias relacionadas con el sexo… Todo era luz, montañas y valles cuajadas de plantas y árboles despertando a mi alrededor. Flotaban bajo la atenta vigilancia del cielo azul y el sol, viajero de un espacio infinito, onduladas cordilleras de puntiagudas cimas, restando en los abismos, bajo la niebla más honda y no del todo despejada, espesas islas de frondoso verdor. Ah, quedaba por subrayar la pactada huelga de funcionarios del día 8. Los sindicatos neoverticales, vulgares funcionarios de yantar agradecido, cumplirían su pacto con el Gobierno y los dirigentes empresariales, de más refinado y costoso gusto por la pitanza, y por una jornada realizarían su virtual huelga ante el jocoso agradecimiento y aplauso de la ultraderecha, en su seguro caminar hacia la coyunda del poder absoluto. Por unos momentos me costó trabajo situarme en el tiempo en que vivía. Kraus permaneció en silencio al enterarse, en alguna montaña o valle de los Alpes suizos, que había estallado –esa era la palabra utilizada por los periódicos- la guerra europea. Su mirada vagaba por un paisaje similar al que yo ahora contemplaba. Casi cien años atrás en la convencional medición del tiempo. Cuando desplegó ante su mirada el periódico y contempló sus grandes titulares, sonrió ante el expresivo llamamiento al sacrificio de la nación. Preciso era defender la Patria y sacrificar a sus más preclaros hijos. Y el Emperador, y el fabricante de armas, y el cardenal y el director del periódico, en el curso de un banquete se dirigían al pueblo, porque “como sabe todo el mundo” ellos le representan.
Mi público y yo nos entendemos de maravilla: él no escucha lo que yo digo y yo no digo lo que él quiere oír
K. Kraus


Próximo número revista: Discurso contra los intelectuales.
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2 comentarios:

maravillas dijo...

¡Excelente iniciativa! La desinformación se ha hecho con el poder mediático ¡Pues habrá que informar! Y como pensar es lo que parece estar en periodo de extinción ¡Pues qué mejor que entrenarse, intercambiando reflexiones, aportando ideas, para salir de esta pesadilla, de este onanismo intelectual, con el que pretenden hacer una lobotomía al pensamiento, el único capaz, a través de los siglos, de cambiar y transformar el mundo. Porque el poder ha estado siempre en las ideas, hay que combatir con ideas, habriendo espacios, generando debates, rompiendo la sordina impuesta por los grandes medios. Levantar la voz aunque sólo sea para decir ¡NO!

Y un fuerte abrazo.

maravillas dijo...

"abriendo", quise decir ¡perdón

La Linterna del S. XXI