miércoles, 19 de enero de 2011

CULTURA GRATIS. LEY SINDE. DERECHOS DE AUTOR. Número 11.



- ¿Cultura gratis?

- Así formulado debiera ser una aspiración por la que todos lucháramos. Como medicina gratis, viviendas gratis, periódicos y espectáculos gratis...

- Pero entonces las industrias farmacéuticas, del ocio, constructoras...

- Y los grupos editoriales y los intermediarios...

- ¿De qué hablamos entonces?

- Siempre de intereses económicos. También en eso de la cultura gratis. Que rinde beneficios a empresas como Telefónica, servicios para usuarios y portales que controlan multinacionales a través de determinadas empresas tecnológicas, monopolios de las telecomunicaciones y fabricantes y vendedores de aparatos tecnológicos y digitales. ¿Pero alguien puede ser tan inocente que no piense que detrás de quienes azuzan a los que piden cultura gratis no se ocultan filibusteros que pescan siempre en las aguas turbulentas que agitan sus intereses? A los que hoy claman pòr la cultura gratis -abogados, empresarios, intermediarios de toda índole- la cultura les importa tanto como a Bush, lo único que buscan es multiplicar sus beneficios.

- ¿Y los creadores?

- Se los presenta como los malos de la película, cuando son a su vez explotados por quienes dicen defender sus intereses: editores, empresarios cinematográficos o musicales, etc. Claro que la cultura debiera ser libre, pero eso es imposible en una sociedad putrefacta como la que vivimos, claro que no debiera existir el dominio público ni que tampoco unos más o menos directos herederos controlaran durante 70 u 80 años la obra de sus antecesores, pero tampoco debieran existir las monarquías hereditarias, los latifundios que se prorrogan durante siglos a un puñado de parásitos, los tributos milenarios, los beneficios millonarios de banqueros, constructores, la inmunidad de los paraisos fiscales, las posesiones de por vida de la Iglesia... Hora es de hablar de lo real, de saber las razones por las que se lucha y de huir de la demagogia interesada. ¿Acaso el mercado no impone por ejemplo una censura totalitaria también para el arte y la cultura? ¿Acaso los periódicos, la información, la crítica literaria y artística no se encuentran mediatizadas por las empresas que dominan esos medios, con su capital, con su cartera publicitaria, siempre al servicio de determinados y las más de las veces espurios intereses?. Nos gobierna el miedo, la sumisión, la publicidad, el poder global económico, militar y policiaco, la justicia reaccionaria y las leyes arcaicas, la teocracia destructora del pensamiento y la libertad. Y la demagogia, ejercida fundamentalmente sobre la gente joven, la más explotada por la sociedad actual.

- Que debiera saber contra quién ha de sublevarse. Que no se deje engañar, que de manipulación saben mucho los fascismos. Y los Aznar, Arenas, Cospedal que encima dicen hablar en nombre de los pobres, los pensionistas, los parados... Basta ya de sarcasmo y de demagogia heredada de los Hitler y Mussolini de turno, que después se comprueba a dónde conducen estas historias.

Y la mal llamada ley Sinde. Ni con represiones e intimidaciones, ni con leyes que creen que la justicia funciona y es además justicia, ni con obediencia ciega en los mercados, se avanza, antes bien mantenemos la barbarie del hoy llamado progreso. Pero dejemos los intereses de la denominada industria cultural que debiera ser combatida al unísono por quienes gritan cultura gratis y creen que la red es un camino para sus ansias de consumo -consumo que aceptan a la hora de beber, pagar por cualquier tipo de espectáculo, por ver fútbol en la tele y no digamos por los demás capítulos de su vida- y por los propios creadores y artistas que si al respeto de su trabajo y a la propia libertad aspiran, también debieran combatirla. Ni unos ni otros hablan en nuestro nombre. Hablemos pues de Internet y la cultura.


-Nadie duda del atractivo que tiene este medio de información y opinión no solo para quienes por sus dificultades económicas pueden encontrar allí productos culturales rápidamente asequibles o que no podrían comprar, sino también por la libertad de expresión que puede significar. Pero no carece de riesgos de los que apenas se habla. Por eso debemos buscar la libertad en la Red, pero combatir a los mafiosos que intentan ya controlarla. Porque tan importante o más para el auténtico creador de hoy o de ayer que proteger sus derechos de propiedad intelectual es defenderse contra posibles nuevos monopolios de información, censuras y manipulación artística y estética que pueden sufrir en virtud del todo vale sobre sus obras artística o literarias. Carencias también de la apresurada ley no contrastada a un diálogo abierto con la pluralidad de pensamiento, que poco tienen que ver los intereses de los Alejandro Sanz, Sabina, Pérez Reverte, etc, con las de otros nombres, también en este tema. Y miles de preguntas que podrían surgir sobre estos problemas. Como: ¿por qué no se han regulado los controles sobre las obras para impedir el pillaje cultural, por qué se permite que el llamado beneficio público solo benefice a los editores y empresarios? Y ahora que éstos quieren llevar las obras al nuevo mercado de la red, quién regula sus precios, beneficios, qué pinta una vez más el autor siempre sujeto a una cadena de intermediarios? Y las leyes solo buscan la culpabilidad en los débiles. Pasa como con la prostitución, la emigración ilegal, el tráfico de drogas: se persigue a las víctimas y se protege a las mafias que controlan estos negocios -incluyendo a empresarios, grandes o pequeños, que explotan durante años por ejemplo a las mujeres y los inmigrantes- y a las autoridades que colaboran con ellos o hacen la vista gorda -como ocurre en las muertes por accidentes de trabajo-. Por eso cuando se habla de perseguir a los usuarios, aquí o en el tema del consumo de drogas, a uno le dan escalofríos ante la repulsión jurídica o social que esto significa.

- Cuando se plantea la necesidad de un control para impedir que sea vulnerado el trabajo de un creador, negándole el derecho que tiene a la retribución por el uso de sus obras -salvo que este renuncie voluntariamente a ello, y cuesta imaginar una sociedad en la que los técnicos, bancarios, no digamos abogados, jueces, médicos, arquitectos, lo aceptaran por las buenas por tratarse tal vez de un beneficio para la sociedad- pensamos al tiempo en los millones de euros que ganan hoy anualmente los propietarios de esas web, enlaces, que dicen ofrecer productos culturales gratis, productos que ellos no han creado. ¿Y la publicidad que les genera, y la utilización que realizan de los datos personales de los internautas para otros fines?. Porque las obras que ofrecen determinados profesionales, luego hablaremos de los blogs, están al servicio de intereses comerciales particulares o multinacionales.

- Digamos al tiempo que las leyes de Propiedad Intelectual -como si las leyes fueran sagradas y se respetaran como los más creyentes hicieran pòr ejemplo con el no follar fuera del matrimonio- son algo que el mundo editorial viene incumpliendo desde sus distintas promulgaciones -pongamos como ejemplo el control de tirada, los pagos de derechos, el fraude que supone el traspaso de negocios, la falacia y corrupción de la mayor parte de los los premios literarios. Y en Internet no dejamos de encontrar algo parecido: concentraciones de élites económicas, intereses y controles políticos, y demagogia para los consumidores.


Más interrogantes que respuestas.


- Gran parte de la culpa de la actual situación la tienen sin duda -como ha pasado en el tema de la construcción-los sectores industriales que únicamente han buscado su beneficio a costa del libro, el disco, la película -y hablamos de las grandes empresas y no de las excepciones-.

- En las campañas contra los derechos de los autores no se analiza la indefensión de éstos, que son la mayoría, no las apenas unas decenas que copan los medios de comunicación y que por eso no debían quejarse, porque la mayor parte de los creadores apenas pueden editar sus obras, carecen de cualquier tipo de seguridad social, suelen estar en paro coyuntural o continuado por no poder ni mal vivir de sus creaciones y se encuentran sujetos a la dictadura de un mercado ideológico, político y sobre todo empresarial, dirigido por la publicidad que les aleja de cualquier tipo de beneficios.

De alguna manera se necesita un control -nunca sobre los ciudadanos, sino sobre las empresas, sus enlaces, que son quienes trafican con la propiedad intelectual. Y también sobre la copia privada, canon que repercute en los fabricantes, en España sobre todo importadores , de impresoras, copiadoras, escáneres, equipos multifuncionales, y que no podrán cargarlo a quienes los utilizan, dado que no puede saberse quienes los utilizan para copias lícitas o ilícitas, para eso existen las licencias, para autorizar a reproducir las obras y retribuir a sus autores por el posible perjuicio que se les causa aparte de satisfacen demandas de ayudas asistenciales y sociales que no cubre seguridad social alguna.

- Es inadmisible que los libros -nos referimos ahora a ellos- sin la autorización de sus autores, puedan circular libremente e incluso transformarse o adaptarse "al gusto o la ocurrencia" del que lo manipula- lo que sería otra forma nociva, quizás la más nefasta, de censura- para que cualquier lector o simple curioso se apropiase de ellos.
Nadie se plantea que a un físico, matemático, sociólogo, agricultor, no se le pague por su trabajo, sea de investigación o productivo. ¿Los creadores han de ser seres de otro mundo? ¿Su tiempo, su esfuerzo, su obra, no han de tener un precio? ¿Solamente ellos deben vivir del aire y entregar su trabajo gratis? ¿Quienes demandan lo de la cultura gratris viven en una burbuja de aire alimentados solo de cultura, y fuera de ella no existen las miles de necesidades por las que han de pagar, con una diferencia, la cultura no les explota, entra dentro del ocio que es libre y voluntario y múltiple, y dentro de este ocio no consideran que debiera ser gratis asistir a un partido de fútbol, a un concierto, a Disneylandia?.
- A su vez el que accede a internet puede a través de este medio -al menos hasta ahora- evitar el control y la censura ideológica y creativa, literaria o artística, o sencillamente lo no políticamente correcto y situarlo allí, gratis y para todos quienes deseen aprevecharse de ello, aunque a veces termine siendo él el único consumidor. En la red existen posibilidades ajenas a la tiranía del mercado -de ahí la proliferación de blogs literarios- para la creación literaria y artística. El riesgo es, que sin difusión, puede estar condenado su autor al silencio y la soledad, gritar en el vacío.
- Se da igualmente el problema del deterioro del lenguaje y la originalidad y la indefensión del autor ante la manipulación y deformación posible de su obra.
Cuestiones primeras y mínimas a plantear en un debate que debe ser abierto, pues la cultura no puede convertirse en una excusa que contribuya a enterrar el pensamiento y la libertad, ni tampoco resignarnos a que se convierta en una mercancía cada vez más degradada y embrutecedora.




1 comentario:

maravillas dijo...

Sin libertad de expresión no hay creación. Hay que conservar energías, Andrés, y abrir la puerta a toda una constelación de ilusiones, tan humanas, como las palabras; tan necesarias, como el pan de cada día; tan vivas como el día.

La Linterna del S. XXI