Número 42
Dios, ¿quién puede decir: peor no pudo ser?
Ahora es peor que nunca.
Y podrá empeorar; porque no es lo peor
mientras se pueda decir: lo peor es esto.
Shakespeare. El rey Lear. IV
SUMARIO
España 2018
Fordmidable progreso. (El hombre estandarizado) Henry Ford.
A agitar, a agitar, hasta arrojarlos en el mar.
ESPAÑA 2018
Los paralíticos fueron arrancados de sus sillas de ruedas y arrojados sus cuerpos sobre la vía pública. Desenterraron a los muertos para recuperar el espacio de sus nichos y esparcieron sus huesos en los muladares.
Prendieron fuego a las chabolas con los niños y los ancianos dentro para recalificar los terrenos que ocupaban.
Desahuciados, sin recursos, desprovistos de atención médica y medicinas que no podían pagar, sellaron las viejas viviendas en que habían vivido y donde permanecían postrados y abandonados, esperando fuesen muriendo para recuperarlas y rehabilitarlas.
Carentes de medios económicos para pagarlos tuvieron que abandonar sus estudios dedicándose a vagabundear por las barriadas miserables que como grandes cinturones abrochaban las grandes ciudades.
Suprimeron la hora del desayuno o la comida en las cada vez más interminables jornadas de trabajo, y a las jóvenes empleadas las acostumbraron a que el breve tiempo de ocio que las concedían lo dedicaran a alimentarse con las succiones que realizaban a los grandes jefes de las corporaciones bancarias o empresariales, y que las obligaban a realizar si no querían ser despedidas.
Los ejércitos fueron readaptados y entrenados para que se encontraran en todo momento en alerta y movilizados para imponer el orden interno en el país y actuar con todos los medios y métodos disuasorios, incluyendo el empleo de las armas de última e inteligente generación que paralizaban y desproveían de movilidad sensorial a los manifestantes, manifestaciones y protestas cada vez más restringidas y conducidas a grandes y aislados descampados donde obligaban a quienes en ellas participaban a girar en círculo una y otra vez hasta la extenuación con sus pancartas y pitos que ya ni se visibilizaban ni escuchaban desde las calles de las ciudades.
Se habilitaron lo que fueron grandes naves industriales, ahora fuera de uso y estadios deportivos de equipos que ya no competían -la gran liga europea había eliminado las competencias nacionales- para acoger a los millares de jubilados que pasaban los días y meses que les faltaban para morir allí encerrados, disfrutando de los espectáculos que la televisión del Gobierno les ofrecía a través de las numerosas y grandes pantallas habilitadas al efecto y que actuaba como droga somnolienta.
Suprimidos los días festivos, prolongado el horario laborar según las estaciones hasta la noche profunda, rebaños de noctámbulos regresaban al final del mismo, taciturnos y derrengados a sus domicilios, en busca del sueño que reparara algo sus fuerzas y les permitiera reincorporarse al trabajo y no ser arrojados por falta de competitividad a la calle sin derecho alguno.
Anónimos, distanciados del centro de la ciudad, siempre bien guardaespaldados, "los otros", la minoría que detentaba el poder, mantenía su vida social y de ocio en los cuidados y amplios espacios fortificados en que se levantaban sus villas, centros recrerativos, campos de golf, piscinas, gimnasios, casinos, restaurantes, burdeles, auditorios, a los que solo ellos tenían acceso.
Una carretera especial, solamente utilizada por ellos, los privilegiados que conformaban el 1% de los ciudadanos poseedores de las grandes fortunas o administradores del poder político, judicial y de comunicación a su servicio, les conducía al territorio en el que igualmente campaban por sus fueros los nuevos colonizadores, a los que se conocía por los Andelson. Conformaban parte de la nueva y exclusiva Europa bajo el poder supremo del IV Reich, que imponía sus leyes políticas, económicas, sociales, morales unificadas en el territorio que no había sido necesario conquistar con las armas sino a través del poder bancario. Dado que el sexo, el juego, la corrupción, se desarrollaban allí impunemente pero con protección de la Ley de Leyes, la Iglesia Católica había accedido a que se convirtiera en Limbo libre de sus preceptos y dogmas: también algunos de sus máximos sacerdotes tenían acceso libre a aquel territorio, bajo estrictas condiciones de clandestinidad. A cambio habían obtenido la gracia de administrar a su antojo y bajo su doctrina la gran colonia penitenciaria en que penaban el resto de los habitantes de la Nación,
Hacía tiempo que los decretos gubernamentales derogaron todas las viejas e ineficaces leyes y que un partido único, en el que se habían integrado los que un día fueron oposición, dictaminaba todas las normas obligatorias que regían a la masa humana de la Nación. Del pasado, del viejo orden, de lo que se llamaba civilización, quedaba solamente, para reconfortar a los vivos y a los muertos, a los poderosos y a los oprimidos, las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana. E igualmente un puñado de funcionarios escritores, artistas, músicos, comunicadores, rivalizaban en sus creaciones por entrar en el mundo feliz en el que moraban quienes les mantenían.
Todavía se reunían algunos catecúmenos y cavernarios en sus covachuelas de las grandes ciudades. Su tema principal de debate era como sobrevivir al tiempo que los había vencido. Mientras, el ministro que había sobrevivido, su apellido germanófilo era toda una garantía de calidad y su meliflua sonrisa y ademanes monaguillescos le garantizaban el apoyo de la grey capitalista católica, responsabilizado como gran retrógrado de la cultura y la educación, desarrollaba el plan para solucionar el problema de la formación de los ciudadanos. Plan que reproducimos a continuación tomado de Karl Kraus y su Antorcha.
FORDMIDABLE PROGRESO
(El hombre estandarizado)
Henry Ford acaba de donar cien millones para crear una escuela que él llama la escuela del futuro. "He fabricado tantos automóviles -explicó- que me vino el deseo de fabricar ahora seres humanos. La consigna de la época se llama estandarización". La primera escuela modelo de Ford, que ha empezado ya su actividad, solo admite a muchachos de entre 12 y 17 años. Están prohibidas las lenguas, la literatura, las artes, la música y la historia {...} Los alumnos tienen que aprender el arte de la vida, tienen que saber comprar y vender.
¡Por fin se ha hecho tabla rasa de tantos pretextos que suponían en muchos casos un obstáculo para el único y verdadero objetivo de la vida!
(Han pasado cien años desde que Kraus publicara el texto. Y cada vez nos aproximamos más a Los últimos días de la Humanidad. La Humanidad es simplemente el ser humano)
A agitar, a agitar, hasta arrojarlos en el mar.
¿Qué oculto poder tiene ese 1% de la población que acapara todo el dinero de una nación, y se beneficia de las leyes dictadas por sus gobernantes, situados como fieles y eficaces lacayos a su servicio, sobre el 99% restante de sus habitantes? ¿Y qué migajas de ese poder económico reciben los burócratas criados de ese Gobierno? Y lo más importante: ¿cuándo despertarán de su alienación ese 99% de los ciudadanos y avanzarán por las alamedas de la libertad que ellos mismos han de abrir haciendo caso omiso de leyes y palabras virtuales como derechos humanos, democracia, etc para poner en fuga sin retorno posible a los dueños del dinero y dejar de ser esclavos? Que se vayan al otro lado de los mares llevándose con ellos a cuantos políticos de uno u otro signo intentan justificarlos y mantenerlos en su omnípodo poder. No con pitos y marchas reguladas y ordenadas se puede lograr esto, es preciso provocar una avalancha cuyo grito iracundo atruene sus oídos con tal fuerza, que no puedan resistir el ininterrumpido clamor desatado sobre todo el territorio en el que intentaron imponer su despiadada ley, su terrorismo económico. La lucha no puede ser burocrática y al servicio de los espurios y miserables intereses de quienes dicen impulsarla en una oposición que no es sino burda colaboración. Palabras y métodos también han de recobrar su libertad si se pretende salir de la esclavitud. Hasta arrojarlos, a todos, en el mar.
Todavía se reunían algunos catecúmenos y cavernarios en sus covachuelas de las grandes ciudades. Su tema principal de debate era como sobrevivir al tiempo que los había vencido. Mientras, el ministro que había sobrevivido, su apellido germanófilo era toda una garantía de calidad y su meliflua sonrisa y ademanes monaguillescos le garantizaban el apoyo de la grey capitalista católica, responsabilizado como gran retrógrado de la cultura y la educación, desarrollaba el plan para solucionar el problema de la formación de los ciudadanos. Plan que reproducimos a continuación tomado de Karl Kraus y su Antorcha.
FORDMIDABLE PROGRESO
(El hombre estandarizado)
Henry Ford acaba de donar cien millones para crear una escuela que él llama la escuela del futuro. "He fabricado tantos automóviles -explicó- que me vino el deseo de fabricar ahora seres humanos. La consigna de la época se llama estandarización". La primera escuela modelo de Ford, que ha empezado ya su actividad, solo admite a muchachos de entre 12 y 17 años. Están prohibidas las lenguas, la literatura, las artes, la música y la historia {...} Los alumnos tienen que aprender el arte de la vida, tienen que saber comprar y vender.
¡Por fin se ha hecho tabla rasa de tantos pretextos que suponían en muchos casos un obstáculo para el único y verdadero objetivo de la vida!
(Han pasado cien años desde que Kraus publicara el texto. Y cada vez nos aproximamos más a Los últimos días de la Humanidad. La Humanidad es simplemente el ser humano)
A agitar, a agitar, hasta arrojarlos en el mar.
¿Qué oculto poder tiene ese 1% de la población que acapara todo el dinero de una nación, y se beneficia de las leyes dictadas por sus gobernantes, situados como fieles y eficaces lacayos a su servicio, sobre el 99% restante de sus habitantes? ¿Y qué migajas de ese poder económico reciben los burócratas criados de ese Gobierno? Y lo más importante: ¿cuándo despertarán de su alienación ese 99% de los ciudadanos y avanzarán por las alamedas de la libertad que ellos mismos han de abrir haciendo caso omiso de leyes y palabras virtuales como derechos humanos, democracia, etc para poner en fuga sin retorno posible a los dueños del dinero y dejar de ser esclavos? Que se vayan al otro lado de los mares llevándose con ellos a cuantos políticos de uno u otro signo intentan justificarlos y mantenerlos en su omnípodo poder. No con pitos y marchas reguladas y ordenadas se puede lograr esto, es preciso provocar una avalancha cuyo grito iracundo atruene sus oídos con tal fuerza, que no puedan resistir el ininterrumpido clamor desatado sobre todo el territorio en el que intentaron imponer su despiadada ley, su terrorismo económico. La lucha no puede ser burocrática y al servicio de los espurios y miserables intereses de quienes dicen impulsarla en una oposición que no es sino burda colaboración. Palabras y métodos también han de recobrar su libertad si se pretende salir de la esclavitud. Hasta arrojarlos, a todos, en el mar.