Cuidado con la información.
Cuidado con las manifestaciones.
Las mil y una Asambleas.
CUIDADO CON LA INFORMACIÓN
Cuando se satura la misma, se vuelve inoperante. El bosque no deja ver el árbol. Cada día y a todas las horas del día, surgen nombres: corrupciones, latrocinios. El receptor de las noticias se marea, desconfía. Primero tiende a extender la mancha de aceite o gasolina hasta que éstos dejan de ser corrosivos y solo se habla de la mancha, lo abstracto, la consecuencia, olvidando lo concreto, quienes vertieron lo que provocó la putrefacción denunciada. Y al fin termina olvidando o restando importancia a los causantes del desastre. Volvamos al bosque podrido. Empecemos por el árbol más cercano. Cortémosle de raíz. No busquemos sus parentescos. Prosigamos la cirugía con el siguiente. ¿PP,PSOE,CIU? No importa. Y no hagamos caso de las palabras de quienes, señalados, contraatacan con sus falsas informaciones, desviando la realidad que les señala, diluyendo su culpabilidad en la culpa de otros, intentando confundir con retóricos razonamientos que alejen la raíz del problema real, su propia, auténtica culpabilidad. Mienten. Es su oficio. Están para eso, cobran por mentir, engañar a los votantes. El problema es como uno a uno deben ser apartados de la tierra que contaminan. No es periodismo de investigación el que se realiza normalmente. Y no hablemos de la algarabía de las tertulias. Pretenden confundir. manipular, para que todo sea ocultado por el paso del tiempo. Debe tomarse cada caso en concreto, atosigarlo, asfixiarlo con datos, denuncias, hasta que no pueda resistir más el inculpado y se vea abocado a la desesperación.
Cuidado con las manifestaciones.
Llevan razón los jóvenes airados que gritan, increpan a los ladrones, a los terroristas de cuello blanco. Pero su lucha es difícil, desigual. Y el enemigo lo sabe. Por eso les acosa: con el miedo, con el cansancio. Se congregan a través de las redes sociales. Contra ellos se movilizan decenas de policías, helicópteros, el silencio cómplice cuando no los ataques de muchos medios de incomunicación. Van agotando sus fuerzas. Viendo como día tras día disminuyen los asistentes, cansados, perseguidos, sin encontrar nuevos apoyos. También debieran estudiar como diversificar esta estrategia de protesta para impedir que sobre ellos, concentrados en horas y lugar determinados, actúen las fuerzas represivas. Multiplicar la acción en esenarios distintos es un elemento más perturbador que provocar el limitado y desigual cuerpo a cuerpo. España y los países del sur de Europa conforman modernos campos de concentración. Y en ellos cada día resulta más difícil salir adelante, con la comida, con el habitáculo, con no quedar al margen de la sanidad, de la educación. Y se piensa que lo único que cuenta es sobrevivir. Y por eso silencian su protesta gran parte de los ciudadanos: empeñados en sobrevivir, al precio que sea, soportando lo que sea. No es el camino. Los criminales sonríen, esbozan su meliflua sonrisa ante sus problemas, o se dan golpes de pecho farisaicos: no somos nosotros los malos, vienen a decir, son las circunstancias, ya sabéis, los mercados. Nos obligan a actuar así. ¿Qué hacer contra estos desalmados? Articular el grito no resulta fácil, sobre todo cuando la burocracia quiene mantener la entelequia del estado democrático. Pero no olvidemos que los votos también llevaron a Hitler al poder.
Las mil y una Asambleas
O se abren todas las callez a la ira, o el sacrificio de la lucha se cebará con unos pocos, los mejores, los más desprendidos, los que solo tienen que perder las cadenas invisibles que les unen al yugo férreo y siniestro del capitalismo neofascista. Comprendemos que éste es poderoso. Se ampara en grandes instituciones. Desde la monarquía a la Iglesia, desde los banqueros a las cúpulas de los partidos oficialistas. desenmascarar al enemigo también es necesario para que un día se abran las grandes alamedas que acosen a los Dictadores. Porque la Dictadura Democrática sirve a los mismos poderes corruptos que los que instalan los Pinochet de turno, aunque éstos guarden más las formas y no caígan en las crueles y corrosivas medidas de los otros. No basta la voz aislada para contener la ola de los comprometidos con la explotación. Debe denunciarse a quienes se ponen al lado de ella, o guardan silencio ante su avance. No queremos un país de ciegos, mudos y sordos. El día en que el Parlamento se vea asediado no por unos centenares de manifestantes sino por mil y una Asambleas pacíficas, en fábricas, universidades, plazas públicas, y propugnen otra forma de combatir "!la burocracia del mal", se estarán sentando las bases para vencer al sistema corrompido, corrupto y corruptor que está llevando a la parálisis a la mayor parte de los ciudadanos de este país. Todo ha de debatirse en las tribunas públicas. Todos los temas que atañen a los auténticos problemas de las gentes. No de banderas, himnos, héroes, glorias pasadas, fronteras, cuotas de poder, sino del trabajo y sus condiciones, de los derechos de los trabajadores, de la sanidad pública y la educación igualitaria, de recortar el poder y la proliferación de los bancos, de su control público, de la gestión de las empresas, de la contaminación y su necesaria contención, de la paz y de la guerra, del papel del Ejército en un estado pacífico, de la tortura, de los límites que han de imponerse a los policías y fuerzas públicas, de la organización de la justicia y su funcionamiento, de las leyes y su reordenamiento, de la necesidad, estructura, funcionamiento, control democrático de los partidos políticos, del sistema electoral, y la mejor representación de los ciudadanos, de las asambleas populares y su influencia y desarrollo en la estructura del propio Estado parlamentario, de la cultura libre e igualitaria, de los medios de comunicación y su desvinculamiiento de las multinacionales, de la gestión informativa y de la dimensión de la cultura del ocio no programada desde la publicidad y el mercado... Podríamos seguir enumerando mil y un temas. Pero solo las mil y una necesarias asambleas pueden articularlos, estudiarlos, y comenzar a darles respuestas. Impulsar la utopía no es luchar por lo imposible, sino hacer imposible el asentamiento definitivo del mal en nuestra sociedad: que éste tiene un nombre: capitalismo neofascista, que en este momento está avasallando, destruyendo la civilización y contralel que únicamente NO cabe la pasividad.
Las mil y una Asambleas
O se abren todas las callez a la ira, o el sacrificio de la lucha se cebará con unos pocos, los mejores, los más desprendidos, los que solo tienen que perder las cadenas invisibles que les unen al yugo férreo y siniestro del capitalismo neofascista. Comprendemos que éste es poderoso. Se ampara en grandes instituciones. Desde la monarquía a la Iglesia, desde los banqueros a las cúpulas de los partidos oficialistas. desenmascarar al enemigo también es necesario para que un día se abran las grandes alamedas que acosen a los Dictadores. Porque la Dictadura Democrática sirve a los mismos poderes corruptos que los que instalan los Pinochet de turno, aunque éstos guarden más las formas y no caígan en las crueles y corrosivas medidas de los otros. No basta la voz aislada para contener la ola de los comprometidos con la explotación. Debe denunciarse a quienes se ponen al lado de ella, o guardan silencio ante su avance. No queremos un país de ciegos, mudos y sordos. El día en que el Parlamento se vea asediado no por unos centenares de manifestantes sino por mil y una Asambleas pacíficas, en fábricas, universidades, plazas públicas, y propugnen otra forma de combatir "!la burocracia del mal", se estarán sentando las bases para vencer al sistema corrompido, corrupto y corruptor que está llevando a la parálisis a la mayor parte de los ciudadanos de este país. Todo ha de debatirse en las tribunas públicas. Todos los temas que atañen a los auténticos problemas de las gentes. No de banderas, himnos, héroes, glorias pasadas, fronteras, cuotas de poder, sino del trabajo y sus condiciones, de los derechos de los trabajadores, de la sanidad pública y la educación igualitaria, de recortar el poder y la proliferación de los bancos, de su control público, de la gestión de las empresas, de la contaminación y su necesaria contención, de la paz y de la guerra, del papel del Ejército en un estado pacífico, de la tortura, de los límites que han de imponerse a los policías y fuerzas públicas, de la organización de la justicia y su funcionamiento, de las leyes y su reordenamiento, de la necesidad, estructura, funcionamiento, control democrático de los partidos políticos, del sistema electoral, y la mejor representación de los ciudadanos, de las asambleas populares y su influencia y desarrollo en la estructura del propio Estado parlamentario, de la cultura libre e igualitaria, de los medios de comunicación y su desvinculamiiento de las multinacionales, de la gestión informativa y de la dimensión de la cultura del ocio no programada desde la publicidad y el mercado... Podríamos seguir enumerando mil y un temas. Pero solo las mil y una necesarias asambleas pueden articularlos, estudiarlos, y comenzar a darles respuestas. Impulsar la utopía no es luchar por lo imposible, sino hacer imposible el asentamiento definitivo del mal en nuestra sociedad: que éste tiene un nombre: capitalismo neofascista, que en este momento está avasallando, destruyendo la civilización y contralel que únicamente NO cabe la pasividad.
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