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Número 149
Preámbulo.
La realidad es una antorcha, pero gigantesca; de ahí
que todos intentemos pasar a su
lado con los ojos
entornados,
temiendo incluso quemarnos.
J. W. Goethe
Durante los
meses que van de julio a octubre, solo he podido publicar dos de mis Antorchas.
El motivo ha sido que estaba terminando dos libros, he tenido que pasarlos de
mis cuadernos -suelo utilizar al menos tres para cada obra y sus distintas
versiones- al ordenador, y afortunadamente, ya hoy, están en manos de sus
editores. Cuando vaya a publicarlos hablaré de ellos.
Puedo
regresar ya a mi Antorcha, que tanto me complace ,
para hablar de política, literatura y sociología, con una mayor dedicación, y
lo inicio con un tema de candente actualidad .
La censura
nunca muere.
Existen muchos
tipos de censura, a la política sucede la económica. Pero la política nunca
muere. : condena al silencio a los disidentes y críticos muchas veces e incluso
-con la influencia de la terrible Iglesia católica y sus autoridades sigue
siendo, al parecer, perenne- actúa políticamente. Sobre todo en España. Que no
puede olvidar, para muchos disfrazados de demócratas, los cuarenta años de
franquismo en que las ideas retrógradas y la persecución de los artistas
favorecía sus intereses.
Particularmente,
en los años 60 y 70 -etapa de Fraga Iribarne- la censura me prohibió la
publicación de seis libros. Pese a los intentos, conversaciones e incluso
cambios que me propuso Carlos Barral, que intentó con ellos, al fin no
autorizaron la novela que él pretendió publicar. E igual ocurrió con otras
editoriales.
Un autor de
la tesis que ha realizado en universidades francesas sobre mi obra, el profesor
, Carlos Sainz Pardo, indagó estos años en los archivos para sacar los informes
censoriales sobre mi obra. Había varios informes: el político, el religioso, el
ideológico, el social e incluso uno literario. No olvidemos que Camilo José
Cela fue, por breve tiempo, también censor. El más divertido era el último.
Decía sobre mis dos novelas que estaban bien escritas y le recordaban a algunos
franceses contemporáneos, por lo que podían ser más dañinas para los lectores.
Mas
regresemos a nuestro tiempo histórico. Un libro del escritor vienés
nacido en 1912, Jean Amèry, que estuvo internado en Auschwitz de 1943 a 1945 y se suicidó en
Salzburgo en 1978, dejó, entre otros libros, uno majestuoso: Más allá
de la culpa y la expiación.
No solo es un
exhaustivo análisis del hitlerismo, sus métodos de tortura y exterminio, sino
también un análisis de la culpa de gran parte del pueblo alemán con el sistema.
Lo contrapone a intelectuales como Thomas Mann que huyeron antes de ser
detenidos para combatirlos desde el exterior.
Echamos de
menos testimonios semejantes en España. No se trata de la política espectáculo,
reducido todo a Franco o un puñado de generales fascistas, sino de analizar la
propia culpabilidad de parte del pueblo español, profesionales, intelectuales e
incluso trabajadores. Pero este es un tema que analizaremos en otros trabajos
más adelante.
Dice en su
prólogo Jean Amèry:
Los
protagonistas del "milagro económico alemán" incapace s de condolerse de las víctimas, activaron
mecanismos para "superar", es decir, olvidar, reprimir o minimizar su
pasado criminal.
Nos recuerda
la postguerra española. Mientras se torturaba, fusilaba, encarcelaba, o se
forzaba el exilio, los trabajadores que tenían su sueldo, por parco que fuera,
o gran parte de los miembros de la Real Academia Española de la Lengua u otras
Academias, como los integrantes de la justicia y muchos profesionales, artistas
y técnicos de cine, siempre hubo excepciones, o periodistas y literatos,
miraban para otro lado y no querían saber nada de cuanto ocurría a su
alrededor.
Y más
adelante Amèry escribe:
en la
escena política de Alemania Occidental todavía se encuentran en activo
personalidades próximas a los verdugos porque, a pesar de la ampliación del
plazo de prescripción para los crímenes graves de guerra, los criminales gozan
de buenas oportunidades para envejecer con honores y sobrevivir triunfando
sobre nosotros, como garantiza la actividad que desarrollaron en sus buenos
tiempos.
Estas
palabras las escribía apenas 20 años después de la desaparición del nazismo. En
España es peor. Aquí no se celebraron nunca juicios para condenar el fascismo
imperante del franquismo. Y 40 años después de la desaparición de Franco, en la
llamada era democrática, todavía simples críticas a la religión, a la monarquía
-que no olvidemos fue instaurada por el propio franquismo- son enjuiciados por
magistrados, fiscales, políticos, en un ataque, que parecía debilitado, a la
libertad de expresión.
Y terminamos
con otra frase de Améry:
En los
veinte años consagrados a reflexionar sobre cuanto m sucedió creo haber
comprendido que todo perdón y olvido forzados mediante presión social son
inmorales.
No es todo
sacar unos huesos de una tumba para que se olvide cuanto ocurrió en el
franquismo: es inmoral supeditarlo a un espectáculo y no a una continuidad de
acusaciones a una de las épocas más innobles e inmorales de la historia de España.
Termino con
una frase del inspirador de esta Antorcha, Karl Kraus:
El verbo
expiró cuando despertó aquel mundo.
Se refiere al
nazismo en sus orígenes. Nuestra palabra también fue secuestrada cuando triunfó
el franquismo. ¿Ha de seguir estando secuestrada o desaparecida?
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