Por fin un alto responsable político ha reivindicado la exactitud de un lenguaje no corrompido ni embaucador, ni tampoco "políticamente correcto". Ha sido el hasta ayer Ministro de Finanzas griego, Varoufakis, cuando definió a lo que llaman Europa -luego nos referiremos a qué es esta Europa de los negreros del siglo XXI, los corruptos personajes que van desde Merkel a Lagarde,- como terroristas que intentaban destruir Grecia. Porque llevamos décadas soportando el empleo de esta palabra, terrorismo, aplicada a atentados individuales o colectivos de comandos nacionalistas o ejércitos o grupos religiosos -empleamos estos términos porque ellos se los atribuyen para ocultar los verdaderos intereses que les motivan y la repugnancia que tantas veces provocan, y sobre ellos se desarrollan contínuas e interminables campañas que sirven al tiempo para justificar la aplicación de otras medidas represivas y punitivas que atentan contra todos los ciudadanos a la hora de reivindicar sus derechos y protestar contra las leyes que los poderes políticos manejan para cercenarlos. Y hora es de que se llame terroristas a quienes no atentan sorpresivamente contra personas o grupos indefensos de hombres, mujeres y niños, sino sobre pueblos enteros a los que intentan sumir en la desigualdad, la miseria, la explotación inicua. Les sirven sus leyes y las condiciones que imponen a los pueblos para desarrollar, mediante el saqueo, a través del trabajo explotador y las injusticias sociales, sus infinitas riquezas, sus incontables beneficios que guardan en las fortalezas de lo que denominan paraísos fiscales que también debieran denominarse paraísos terroristas aunque respondan a lugares tan exquisitos como Suiza. Y este lenguaje que se oculta, debiera aplicarse en todo momento, como hizo Varoufakis, para que los ciudadanos pasaran de la sumisión, el miedo, y la aceptación del "orden establecido", a la rebelión, al ataque contra quienes les quieren sumir en las tinieblas de la nueva esclavitud.
Repugnantes han sido las palabras que antes del referéndum griego han empleado gobernantes y dirigentes de lo que llaman fondos monetarios, Bancos centrales, Comisiones Europeas o jefes de Gobierno a lo Rajoy- para inmiscuirse en la voluntad de los votantes griegos a la hora de votar lo que era una pregunta muy simple y nadie ha querido ver: libertad o esclavitud, aunque el futuro, como siempre decimos siguiendo a Machado, todavía no está escrito, y ya sabemos como terminó él y quienes lucharon contra el viejo fascismo, que el nuevo no usa fusiles y cañones, sino índices bursátiles y primas de riesgo. Aunque también son repugnantes las medias palabras de esos señores Sánchez u Hollande, culpables desde hace década de ir limando los derechos que se adquirieron tras siglos de luchas y represiones, que encima tienen la desvergüenza de continuar usando el nombre de socialistas para descrédito de quienes lo fueron en los inicios del siglo XX.
La inexistencia de un lenguaje claro es el catecismo diario con el que se intenta alienar y someter, como la vieja Iglesia Católica, a los ciudadanos. Increíble que los medios de comunicación apoyen la desvergüenza de medidas electorales como las que proclama Rajoy cuando llenan páginas de periódicos y tertulias de radio o televisión para hablar de una rebaja del IRPF mensual que viene a suponer 10 euros al mes a cada contribuyente de clase trabajadora, no hablamos de los parados, mientras podría rastrearse los miles de euros diarios que ganan los señores que en los bancos, las oligarquías o los fraudes políticos les conminan a los sacrificios, es decir, a aceptar la esclavitud, ahora sin cadenas,
Terrorismo. Y Europa. ¿Pero que es Europa sino una mafia de banqueros, grandes empresarios que utilizan a los gobiernos y a los políticos a su servicio como lacayos para imponer sus prácticas terroristas? Y quienes dirigen esa Europa -véanse sus vidas, las denuncias que en distintas ocasiones sufrieron, pronto archivadas, sus ganancias anuales por dedicarse, en su ejercicio terrorista del lenguaje, a expoliar a los pueblos, legislar las condiciones de hambre y miseria que a través del trabajo cada vez más esclavizante les imponen- no son sino los negreros del siglo XXI.
Lo primero que habría que recuperar es el lenguaje. Y a partir de ahí impulsar en las nuevas luchas necesarias para no sumirse en el pozo en que se intenta convertir a los pueblos al servicio de esos malditos esclavizadores vestidos con corbata y que ya no necesitan llamar "chulo" a Varoufakis, ni tener que torcer el gesto ante su sola presencia. Ellos quieres esclavos, pero sumisos, educados y que acepten las buenas maneras del neofascismo.
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