jueves, 18 de octubre de 2018

número 150


LAS  VOCES  DEL  ESTRECHO

En el año 2000, en Muchnik Editores, del grupo 62, publiqué mi novela Las Voces del Estrecho. Ya recibíamos noticias en la prensa diaria de los ahogados en el mar  cuando en pateras intentaban, desde África, alcanzar las costas españolas. No tenían nombre, ni historia: no parecían seres humanos, simplemente fardos desaparecidos en las aguas del océano.
 
Yo intenté -para ello viajé a Marruecos y estudié en distintos lugares aquel inicio de un nuevo genocidio- ponerles en mi libro nombres, historias, vidas, para mortificar nuestras conciencias, culpables de aquel continuo desastre que con los años se fue incrementando. Hoy, dieciocho años después, la realidad se agiganta. No es solo problema de racismo o de la "banalidad del mal". Los culpables son los explotadores -de mafias que comercian con sus sacrificios a gobiernos que explotan sus territorios e incluso desatan guerras devastadoras para apropiarse de sus bienes y situar gobiernos títeres que apoyan sus intereses. Como decía Juan Goytisolo: Occidente derribó el muro de Berlín para levantar muros en el estrecho de Gibraltar". Hoy los muros se levantan ya en toda Europa. Se multiplican las muertes de los innominados, los campos de concentración que encierran a los que consiguen traspasar determinadas fronteras, las explotaciones sexuales y laborales. Con la transformación del cambio climático, es uno de los problemas más innobles y crueles que asolan Europa, la América de Trump, y de la que son víctimas los millones de habitantes explotados, abandonados o destruidos de los países que han sido y son víctimas del imperialismo.
En 2001 el libro fue publicado en Cuba por la editorial Arte y Literatura y en 2016 se hizo una nueva edición en España, en editorial Akal.
Su actualidad, por desgracia, viene ya subrayada en el año 2000 por diversos escritores.
Así escribió Luis Landero:

Las Voces del estrecho es una novela sobrecogedora y admirable. Pocas veces habrá leído uno un relato tan apasionado y torrencial y escrito con tanta furia y extrema lucidez. El tono inspirado, lleno de iluminación y de fuerza poética (…) Leer esta obra es como transitar por un laberinto cuyas galerías (que son historias, fragmentos  gozosos y trágicos de vidas malogradas) confluyen hacia ese Minotauro devorador que es el Estrecho. Sorel da rostro a los muertos anónimos. Pone nombre a quienes lo perdieron junto con la vida. Documenta a los indocumentados. Esta es una novela de nuestro tiempo llamada a pervivir en los venideros.

Por su parte, Luis Mateo Díez, que me presentó la obra en el Círculo de Bellas Artes, escribe entre otras cosas:

Esta hermosa novela, que ensambla el testimonio, la elegía y el obituario, nos cuenta una historia de palpitante y terrible actualidad: la de los emigrantes que saltan a nuestras costas buscando un poco más que la supervivencia. (…) Uno de los grandes aciertos de la fábula es, sin duda, la propia tonalidad de la escritura, la medida elocuente de los contrastes, de las descripciones, la emotiva verdad de esas voces muertas que redoblan en la conciencia del lector (…) De un redoble de conciencia se trata, de una fábula moral que nos lleva más allá del penoso día a día de la noticia fúnebre, de la crónica de sucesos, de un canto desolado para luchar contra el olvido.

Gonzalo Santonja escribió entonces:

Andrés Sorel ha escrito un libro que duele, un libro hermoso e intenso, de esos que dejan huella, sólo se pueden leer, no de un tirón, sino a tirones del alma, en viaje de vértigo a las fronteras más infernales de nuestro tiempo (…) Sorel está gritando en los paredones de la indiferencia palabras desgarradoras.

Muchas fueron las críticas y comentarios surgidos en torno al libro y el tema. Voy a recoger solo, para terminar, unas líneas de la experta a través de libros y conferencias  internacionales, en él: la profesora de la universidad suiza de Neuchatel Irene Andrés Suárez:

Hemos optado por analizar la obra más ambiciosa publicada hasta el presente sobre esta problemática y más concretamente sobre el drama que se está desarrollando en el Estrecho de Gibraltar, la novela de Andrés Sorel Las voces del Estrecho (…) Nos ofrece, en suma, una visión multiforme de la emigración, desde ángulos y perspectivas múltiples (como en un baile de disfraces aparecen y desaparecen rezan las víctimas y los victimarios y cada uno de ellos expone su percepción de los hechos) (…) Es una fábula abierta a muchas vidas, una denuncia de la realidad de los inmigrantes realizada con una prosa que combina los ritmos secos y descarnados en un aliento lírico de hondo dramatismo (…) Las voces que llenan este libro constituyen una sinfonía coral y nos hablan de unos personajes que se han extraviado por el camino en busca del Paraíso (…) y de unas vidas interrumpidas, de sueños quebrados y de historias humanas que el autor va a intentar eternizar.

El presente es todavía más angustioso. Ahora se huye de la miseria, la muerte prematura, pero también de las guerras y exterminios imperialistas.  Las mafias existen por culpa de los gobiernos, los banqueros y hasta los colaboradores policiales o jurídicos. ¿Cuántos naufragios y muros se han producido y levantado en estos 18 años transcurridos? Y triunfan mientras las novelas históricas sobre épocas pretéritas y amores o tragedias individuales, pero este holocausto colectivo apenas golpea las conciencias de quienes debieran luchar por impedirlo. Así crecen la xenofobia y los nuevos fascismos en la Europa del mercado y la globalización


 

viernes, 5 de octubre de 2018


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Número 149
 

 
                   LA CENSURA NUNCA MUERE
 

 Preámbulo.

 

 

                                  La realidad es una antorcha, pero gigantesca; de ahí   

                                                que todos intentemos pasar a su lado con los ojos 

                                  entornados, temiendo incluso quemarnos.

                                                          

                                                                   J. W. Goethe

 

Durante los meses que van de julio a octubre, solo he podido publicar dos de mis Antorchas. El motivo ha sido que estaba terminando dos libros, he tenido que pasarlos de mis cuadernos -suelo utilizar al menos tres para cada obra y sus distintas versiones- al ordenador, y afortunadamente, ya hoy, están en manos de sus editores. Cuando vaya a publicarlos hablaré de ellos.

 

Puedo regresar ya a mi Antorcha, que tanto me complace, para hablar de política, literatura y sociología, con una mayor dedicación, y lo inicio con un tema de candente actualidad  .

 

La censura nunca muere.

 

Existen muchos tipos de censura, a la política sucede la económica. Pero la política nunca muere. : condena al silencio a los disidentes y críticos muchas veces e incluso -con la influencia de la terrible Iglesia católica y sus autoridades sigue siendo, al parecer, perenne- actúa políticamente. Sobre todo en España. Que no puede olvidar, para muchos disfrazados de demócratas, los cuarenta años de franquismo en que las ideas retrógradas y la persecución de los artistas favorecía sus intereses.

 

Particularmente, en los años 60 y 70 -etapa de Fraga Iribarne- la censura me prohibió la publicación de seis libros. Pese a los intentos, conversaciones e incluso cambios que me propuso Carlos Barral, que intentó con ellos, al fin no autorizaron la novela que él pretendió publicar. E igual ocurrió con otras editoriales.

Un autor de la tesis que ha realizado en universidades francesas sobre mi obra, el profesor , Carlos Sainz Pardo, indagó estos años en los archivos para sacar los informes censoriales sobre mi obra. Había varios informes: el político, el religioso, el ideológico, el social e incluso uno literario. No olvidemos que Camilo José Cela fue, por breve tiempo, también censor. El más divertido era el último. Decía sobre mis dos novelas que estaban bien escritas y le recordaban a algunos franceses contemporáneos, por lo que podían ser más dañinas para los lectores.

 

Mas regresemos a nuestro tiempo histórico. Un libro del escritor vienés  nacido en 1912, Jean Amèry, que estuvo internado en Auschwitz de 1943 a 1945 y se suicidó en Salzburgo en 1978,  dejó, entre otros libros, uno majestuoso: Más allá de la culpa y la expiación.

No solo es un exhaustivo análisis del hitlerismo, sus métodos de tortura y exterminio, sino también un análisis de la culpa de gran parte del pueblo alemán con el sistema. Lo contrapone a intelectuales como Thomas Mann que huyeron antes de ser detenidos para combatirlos desde el exterior.

Echamos de menos testimonios semejantes en España. No se trata de la política espectáculo, reducido todo a Franco o un puñado de generales fascistas, sino de analizar la propia culpabilidad de parte del pueblo español, profesionales, intelectuales e incluso trabajadores. Pero este es un tema que analizaremos en otros trabajos más adelante.

 

Dice en su prólogo Jean Amèry:

Los protagonistas del "milagro económico alemán" incapaces de condolerse de las víctimas, activaron mecanismos para "superar", es decir, olvidar, reprimir o minimizar su pasado criminal.

 

Nos recuerda la postguerra española. Mientras se torturaba, fusilaba, encarcelaba, o se forzaba el exilio, los trabajadores que tenían su sueldo, por parco que fuera, o gran parte de los miembros de la Real Academia Española de la Lengua u otras Academias, como los integrantes de la justicia y muchos profesionales, artistas y técnicos de cine, siempre hubo excepciones, o periodistas y literatos, miraban para otro lado y no querían saber nada de cuanto ocurría a su alrededor.

 

Y más adelante Amèry escribe:

 

en la escena política de Alemania Occidental todavía se encuentran en activo personalidades próximas a los verdugos porque, a pesar de la ampliación del plazo de prescripción para los crímenes graves de guerra, los criminales gozan de buenas oportunidades para envejecer con honores y sobrevivir triunfando sobre nosotros, como garantiza la actividad que desarrollaron en sus buenos tiempos.

 

Estas palabras las escribía apenas 20 años después de la desaparición del nazismo. En España es peor. Aquí no se celebraron nunca juicios para condenar el fascismo imperante del franquismo. Y 40 años después de la desaparición de Franco, en la llamada era democrática, todavía simples críticas a la religión, a la monarquía -que no olvidemos fue instaurada por el propio franquismo- son enjuiciados por magistrados, fiscales, políticos, en un ataque, que parecía debilitado, a la libertad de expresión.

Y terminamos con otra frase de Améry:

 

En los veinte años consagrados a reflexionar sobre cuanto m sucedió creo haber comprendido que todo perdón y olvido forzados mediante presión social son inmorales.

 

No es todo sacar unos huesos de una tumba para que se olvide cuanto ocurrió en el franquismo: es inmoral supeditarlo a un espectáculo y no a una continuidad de acusaciones a una de las épocas más innobles e inmorales de la historia de España.

Termino con una frase del inspirador de esta Antorcha, Karl Kraus:

 

El verbo expiró cuando despertó aquel mundo.

 

Se refiere al nazismo en sus orígenes. Nuestra palabra también fue secuestrada cuando triunfó el franquismo. ¿Ha de seguir estando secuestrada o desaparecida?

La Linterna del S. XXI