Nos conocimos en el año 1976. Bastaron pocas palabras para entendernos. Había encontrado a un escritor. Y a un ser humano con el que la comunicación se realiza a través de lecturas, pensamientos. Nos escribimos algunas veces. ´Compartíamos parecida aversión al mundo político, cultural, incluso literario, que nos envolvía. Quise darle a conocer a la tribu de los escritores, críticos, editrores, etc, dedicándole un número de´la revista que dirijo, República de las Letras. Vano empeño. Salvo algunos amigos o lectores, los escritores no se interesan por seres semejantes. Ellos viven en el mercado, en la búsqueda del éxito, el dinero, el reconocimiento. Escibía Pablo en periódicos que fueron o cerrados o eran silenciados fueran de Euskadi. Compartíamos en ellos algunas reflexiones críticas. Dar voces en el vacío. Estaba loco. Como yo. Desarraigado. Silenciado. Pocos escritores, en la España contemporánea heredera de Galdós o Baroja consiguieron como él recrear un tiempo histórico, enfrentamiento de pueblos, retrato de auténticos seres humanos, paisajes de la guerra y de la paz dxonde se desarrollan el odio, el rencor, lasd ambiciones, y la imaginación, y la recreación de viejas historias, las culturas que fenecen. Navarro. Y vasco. Su tierra, tan sangrada, no tuvo más remedio que darle algunos reconocimientos. Más allá de ella, el silencio. En tiempos ya lejanos Rafael Conte se ocupó algo de él. Luego ya eran las supeditaciones a quienes controlan y manipulan la información, la crítica literaria, la obediencia a los intereses económicos de los grandes grupos editoriales. Las pequeñas mafias de las que pocos se atreven a hablar. Porque aquí, en la literatura, también se practica la ley del silencio. Quién a ellas se enfrenta sabe que queda marcado. ¿Alguien recuerda, por ejemplo, a uno de los que lo intentó? Se llamaba Julio Vélez. "Miseria de nuestra cultura". "Siglo XX, tiempo de canallas" Títulos de libros míos. Antoñana hablaba de ellos. Los lobos esteparios.
Algunos de los títulos de la gran obra de Pablo Antoñana, son: "La cuerda rota" "El sumario", "Noticias de la 2ª guerra carlista""Despropósitos", "De esta tierra y otras guerras perdidas". Titulaba aquel número 96 de "Redpública de las letras", Pablo Antoñana, la soledad de un escritor fascinante. Y en él incluía 70 páginas de sus memorias "Hilvano recuerdos", además de su texto "Testamento", que concluía diciendo: "Con esto me despido, adiós, os espero en el misterio de la muerte". Yo, hoy, me sumerjo en el misterio de sus palabras, que decían: "Me consuela saber que cuanto escribí, mientras estuve sonámbulo entre los vivos, lo fui recogiendo, con paciencia de monje, de boca de los campesinos de mi pequeño país"
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