miércoles, 14 de diciembre de 2011

Número 27

REFLEXIONES Y CITAS DE UN "TERRORISTA" INTELECTUAL


INDICE


El miedo. Diderot. La violencia. Hannah Arendt. Individuo conformista. Georges Beasoussan.


Sobre la crítica y la información de la cultura.


El guardia disuelve con su porra de goma a los huelguistas; el hijo del fabricante puede de vez en cuando tomar un whysky con el escritor progresista. Th.W. Adorno. 1947.


El miedo.

Ha sido el arma más utilizada desde que el ser humano ejerció el poder político. Decimos político y en él englobamos a los jerarcas religiosos, a todas las iglesias. Miedo a través de doctrinas irracionales o de amenazas reales, en las que las torturas, los asesinatos, son ejercidos por los sicarios de quienes ejercen el poder: sacerdotes, policías, ejércitos. El miedo que ahora el capitalismo, a través de sus banqueros y grandes industriales, lleva a los pueblos que creen vivir en democracia. Fue el arma que Goebbels empleó para lograr la ascensión, culto y sometimiento al nazismo del pueblo alemán. Tras la falsa sonrisa de Cospedal, los ademanes a lo Gracita Morales de Esperanza Aguirre, los gestos y figura machista de González Pons, se esconde también la política del miedo. Es el miedo que a escala superior a la de los subordinados españoles imponen sin tapujos en Europa los alemanes herederos de los jerarcas económicos nazis -utilizan en vez de campos de concentración a los llamados mercados- para someter o sojuzgar a las clases medias y a los trabajadores de los 27 países sobre los que legislan. Conocen la cobardía, provocada por la impotencia y la alienación de los desposeídos a los que además han arrebatado el sueño de las revoluciones. Vivir así se torna en nuestros días algo miserable. Nada existe peor que aceptar ser esclavo de los dictadores de cualquier índole y sus aparatos represivos.


Diderot.
" Escupimos sobre un pequeño bribón; pero no podemos negarle una especie de consideración a un gran criminal".El sobrino de Rameau.

La violencia.
Vivimos sometidos a la violencia blanca, la del feroz capitalismo y sus dóciles gobiernos, la de las policías y fuerzas represivas -para eso existen en última instancia los ejércitos, para mantener a los cuerpos de seguridad se gasta cada vez más dinero, se los dota con armamento perfeccionado y sofisticado día a día para que cumplan más eficazmente su función terrorista-. E incapaces de combatir su violencia con otra violencia aceptamos la opresión y la burocracia estatal, burocracia que es un crimen contra la libertad capaz de de conducir a la pasividad ante genocidios y explotaciones brutales sobre pueblos enteros. Sindicatos y partidos políticos que se autodenominan de izquierda aceptaron este orden neoliberal capitalista, renunciaron a su independencia, y se convirtieron en correa de transmisión de los poderes económicos y financieros renunciando a la violencia contestaria para responder a la violencia legal del poder, tan perfectamente organizada que ya cuenta con su silencio y docilidad.

Hannah Arendt.
"El peligro mortal para las civilizaciones no es ya a partir de ahora un peligro que vendría del exterior. [...] El peligro es que una civilización global, coordinada a escala universal, se ponga un día a producir bárbaros nacidos de su propio seno a fuerza de haber impuesto a millones de personas unas condiciones de vida que, a despecho de las apariencias, son las condiciones de vida de los salvajes".

Individuo conformista.
Acepta la inhumanidad consustancial a la actual humanidad, en cualquier tipo de relaciones. Su vida se reduce a rendir culto al dinero, lo tenga o le falte, al éxito, al poder, como únicos valores que ya reconoce. Nada existe fuera de él mismo. La educación que recibe, los medios de comunicación que le atosigan, han contribuido al asesinato del humanismo, a este culto al individualismo salvaje y asocial, al culto al más fuerte, astuto, no importa sea corrupto o criminal y detrás de esa lucha salvaje y amoral por la vida se confronta a los seres humanos para que nadie crea en nadie, hable de libertad o de igualdad, al fin cada uno consiente en ser verdugo, si así se le demanda, de los otros, a la manera de los tiburones financieros y bancarios. Así cuando George. F. Hegel escribe: "cuando miramos al hombre a los ojos, ahí nos cae encima la noche del mundo" podemos decir: mirad, humanos, a los ojos al burócrata, al político, al corredor de bolsa, al juez, al obispo. Y os sumiréis en la noche de lo inhumano.

Georges Beasoussan
"Hay que mostrar el estrecho margen que en nuestras sociedades separa la cotidianidad, la normalidad y el crimen. Y mostrar igualmente como unas sociedades desencantadas, que ubican en lo más alto de los valores la producción, la eficacia, rebajan de hecho al individuo al rango de medio". ¿Auschwitz por herencia?

Sobre la crítica y la información de la cultura
Escribió Adorno: "La crítica cultural se encuentra en el último peldaño de la dialéctica entre cultura y barbarie. [...] El espíritu crítico no podrá estar a la altura de hacer una crítica a la abierta reificación [...] mientras permanezca consigo mismo en autocomplaciente contemplación".
Esto fue ayer. Hoy el mercado es la barbarie. Y el espíritu crítico ha decidido someterse a la barbarie. Hoy información y crítica cultural son simplemente apoyo a la barbarie.
Barbarie. Desintegración humana. Los hornos crematorios no solo quemaron seres humanos: en ellos también ardieron la libertad y las ideas. Torturas continuadas y cada vez más brutales, perfeccionadas. Bombardeos de países que se justifican en una sola ley: la del más fuerte. Asesinatos a sangre fría. Leyes corrompidas al servicio de corruptos impunes y poderosos. La muerte como espectáculo. Impunidad para neonazis que desde los medios de comunicación predican la violencia xenófoba e imperialista. Ausencia de reflexión y crítica en las tribunas de opinión. Escriben premios Nóbeles o meros destrozapalabras, servidores de la estulticia y el poder bancario o eclesiástico. El teatro virtual en el que se escenifica la vida se llena de colores, pasivas muchedumbres que acuden a la representación de los frívolos espectáculos en los que el sexo, la muerte o la violencia envuelven la mercancía que envuelve a lo que denominan cultura. A las doce la fiesta. A la una el sacrificio. Día tras día. Estrujando el tiempo para que el vértigo de la actualidad impida detenerse a pensar en nada de cuanto ocurre. Todo y nada está ocurriendo, está pasando. Todo es un eslogan, como las frases publicitarias. Consume y olvida. Príncipes, banqueros, Papas, actores, alfombras rojas, pasarelas para políticos, escritores, cantantes, mujeres de profesión cuerpos, hombres de profesión maniquíes, fiestas aristocráticas o profesionales (el imperio de la moda unido al de los negocios), catástrofes nucleares, asesinatos masivos, tsunamis, escándalos, pronto tapados, económicos, judiciales, eclesiásticos, corrupciones de toda índole, estallidos de violencia racista, ininterrumpida y creciente explotación sexual, los jueces visten sus togas para la farsa, los militares prenden en sus trajes las medallas, los políticos blanquean sus dientes para la sonrisa, los obispos ajustan sus mitras, todos bien disfrazados para el ritual de la Ley que no es ley y del orden que no es sino desorden. Puñetas, birretes, smokin, mufetas, banalidad del mal, estulticia de la cultura. Y mientras. el crítico sueña que ejerce la crítica y la censura ya no necesita reconocerse, simplemente se ejercita. Bailan todos al compás de la farsa, salvo los heterodoxos silenciados o apenas consentidos por su inocuo alcance y mínima difusión, al son que les marcan los empresarios, políticos o profesionales, de la llamada justicia o cosa nostra religiosa. La mujer se viste para la gala, se desviste para el goce del que la ha comprado mientras se le conceden cuotas que llaman de igualdad. También el sindicalista cumple su papel remunerado de burócrata del llamado dinero como viene a decir García Calvo. Los empresarios trasladan sus billetes que no muestran huellas de sangre a paraísos fiscales, bendecidos por los que dogmatizan sobre sacrificios, ajustes. Y el ávido sistema político bancario los acoge en secreto entre sonrisas: están en lugar seguro, vivimos en el reino de jauja que se llama democracia. Mueren, dicen que en accidente, trabajadores del aire, el mar, y el subsuelo. Nadie del poder acudirá a sus entierros. Moquean comidos por piojos y ratas niños que nada tienen que comer. Los asesinos, de vez en cuando, se disfrazan para asistir al viejo esperpento de la caridad y montan el día de las víctimas con los despojos de sus monedas. El escritor firma ejemplares de sus libros en las ferias del mercado o chapoteando en la aséptica limpieza de las grandes superficies que todavía exhiben libros. Las cloacas de la cultura se comunican en el mundo entero mientras el exterminio de los lectores se extiende por las tierras que ellos no visitan aunque se encuentren a sus pies. El crítico asiente con la cabeza a quién le manda que refleje en su reseña las virtudes de quién ha sido elegido para situarse en la lista de obras más vendidas. El periodista chilla ante el micrófono o aporrea el ordenador para eliminar cualquier sombra del pensamiento que le llevara a considerar la posibilidad de disentir de lo correctamente establecido en su profesión u oficio. Vieja lección heredada del fascismo: todos somos burócratas al servicio de quién ordena el exterminio de la razón, la imposibilidad de la crítica. Todos, comunicadores o eclesiásticos: la mansedumbre, la obediencia, es el corazón del estado burocrático. La necedad, el acatamiento de la Ley, como siempre suprema, incuestionable y absoluta ya ha consumido los caminos de la razón. El zyklon B, gracias a la técnica y a los científicos, es cada vez más limpio, efectivo, no deja huella y no daña los cuerpos, solo los cerebros. Solo las mentes se convierten en humo. Los cuerpos pueden seguir exhibiéndose en las pasarelas por las que caminan los humanos en sus majestuosos y decorativos campos de concentración modernos. Nos encontramos en el siglo XXI. Y no es una redundancia aunque si una falaz mentira: continúa progresando el progreso. Y los críticos que cada vez saben menos leer pueden sin embargo referirse a Kafka a la hora de escribir sus inocuos textos de agrimensores literarios o culturales. Política. Cultura. Sentémonos todos ante el televisor, el ordenador. Y hablemos en el vacío de nuestras conciencias de lo que se ha de hablar. Nos pagan, poco o mucho, por ser fieles soldados del poderoso ejército de la burocracia.
Y dijo Adorno: "Toda la cultura después de Auschwitz, junto con la crítica contra ella, es basura [...] Quién defiende la conservación de la cultura, radicalmente culpable y gastada, se convierte en cómplice, quién la rehusa fomenta inmediatamente la barbarie que la cultura reveló ser".
Bienvenidos, queridos burócratas de la cultura al nuevo Estado de bienestar: Auschwitzdisneylandia.

La Linterna del S. XXI