martes, 22 de junio de 2010

Número 2. SARAMAGO. SIN FLORES NI DISCURSOS.

Hay que escribir en cada momento como si se escribiera por primera y última vez. Decir tanto como si se tratara de una despedida y decirlo tan bien como si se debutara. Karl Kraus
El sábado, 19 de junio, no hubo ofrendas florales ni discursos, ni concentraciones de políticos o periodistas, o de gentes que dicen representar la cultura en Azinhaga. La aldea del Alentejo portugués no es partidaria de celebrar la muerte: prefiere hablar de la vida. Lleva siglos soportando la muerte de gentes trabajadoras, de campesinos explotados, de niños sin escuelas ni hospitales para que sean amantes de rituales ceremonias.
Saramago, ese hombre que primero fue niño y anduvo descalzo por los campos y tierras donde había nacido, y escuchó las palabras mágicas de su abuelo, y conoció el nombre de las plantas, de los ríos, de los animales y las personas que le rodeaban, de los aperos de labranza y los instrumentos de trabajo; que no pudo realizar estudios de bachillerato ni universitarios y aprendió oficios de los que se sintió orgulloso y supo así lo que es ser mecánico, cerrajero; y tardó mucho tiempo en tener, no solo para él, sino para su familia, una habitación propia, y tuvo que ser adulto para ganar dinero con el que poder comprar libros, y fue primero lector y luego escritor, y se preguntó si publicar era algo fácil y le dijeron que no, y rechazaron sus libros, y tras un silencio de largos años volvió a escribir buscando un estilo propio, callando hasta que lo encontró. Ese niño que recordaba a sus abuelos y a las gentes que en sus tierras sabían que campeaba el robo experto, el crimen extremado. ¿Y ha de permanecer así, hasta la consecución de los siglos?
No. No hubo flores ni festejos por su muerte en las tierras del Alentejo. Años atrás había escrito Saramago: Tal vez murmure, Tierra maldita... malditos todos, condenados y condenadores, dolor de haber nacido... Virgen María, cuánta muerte se ha visto por estas tierras.
En Lisboa si se "¿festejó?" la muerte. Retransmitidos en directo los discursos, palabras, rostros de los asistentes a los rituales. Televisiones, radios, periódicos. No tardaron los políticos, intelectuales, gentes del poder, de los medios de comunicación en regresar a sus quehaceres cotidianos. Ya habían protagonizado las representaciones teatrales de las exequias fúnebres. Las cenizas del escritor, del hombre, regresaron a su origen, la nada. Él era hijo del suelo, de la pobreza. Creció en silencio. Conoció la marginación, incluso los insultos y el desprecio. Y un día llevó sus conocimientos a la literatura, contra ellos, quienes representan el mundo, que ahora, a su muerte, acuden a retratarse junto a él, que ya no puede defenderse, acusar, o mostrar su mirada irónica y lúcida ante los figurantes que incluso no dudan en hablar, unos y otros, de "su compromiso".
Pensaba iniciar este segundo número de La Antorcha del siglo XXI con una primera reflexión contra los intelectuales. Surgió entonces la muerte de Saramago, con el que nunca más volveré a hablar, pero que me ha dejado muchos años de amistad y palabras que de seguro irán surgiendo en algunos de estos trabajos. Como éstas: Yo soy un escéptico profesional. Vivimos en un mundo de mentiras sistemáticas. El espectáculo del mundo es absolutamente deprimente. Si algo no varía en la historia del ser humano es la explotación y la manipulación por parte de la Iglesia, de los políticos, de las relaciones personales. Habría que reinventar la democracia. El ciudadano no es sino una fachada utilizada en democracia por quienes mandan: la política económica y financiera.
Las mentiras de quienes en su muerte hablaban con la palabra compromiso en sus bocas: hasta Mariano Rajoy en El País. Y reyes, primeros ministros, gobernantes, escritores del mercado y la genuflexión. Faltaban banqueros solamente. En numerosas ocasiones conversamos Saramago y yo sobre la palabra compromiso. Antes que escritor se es ser humano. Y es el ser humano el que debe comprometerse en todos sus actos por la búsqueda de una sociedad menos sucia y corrupta, desigual e injusta. Por eso resultó grotesco, esperpéntico el ritual de quienes monopolizaron aquellas ceremonias fúnebres. Saramago siempre dijo que algunos gritan en el desierto, que el consumismo ha pervertido las conciencias. La vida no es sino una mentira en forma de comedia o de tragedia. Retumban en ella las palabras de Goethe: "Los hombres que piensan seria y profundamente no son bien vistos por el público... Resulta difícil hacer frente a los errores de la época, si los combatimos, nos quedamos solos; si cedemos ante ellos, no conseguimos ni honor ni alegría.
Estuvo bien que ni coronas de flores, ni discursos, ni políticos o intelectuales acudieran a Azinhaga, que allí se sabe demasiado de la muerte y prefieren recordar la vida de su hijo más rebelde sin espectáculos.
Tres días antes de morir Saramago, Pilar del Río, su mujer, me escribió unas palabras sobre esta Antorcha cuyo número 1 acababa de publicar yo. Decía en ellas:
"Que buena idea. Te felicito querido Andrés. Estamos bastante perdidos del mundo porque José no está bien de salud. A ver si un día de estos en un resquicio que busque te llamo. A casa nos llegan tus libros, lo que escribes sobre José, otras noticias. Que se recogen con primor, otra cosa es que luego cumplamos agradeciendo. Lo siento, pero nos falta lo elemental. Y no vale achacar la falta de tiempo, que es lo que es y no se inmuta. Un beso y gracias por mandar la iniciativa. Ojalá podamos colaborar. Pilar.
La noche de la muerte de Saramago, escribí a Pilar:
Pilar: en este día terrible, absurdo, sólo puedo decirte que cuando te repongas, me gustaría hablar contigo. Ahora las palabras están de más. Es hora de sentimientos íntimos, de memoria que ha ido almacenando recuerdos, palabras, pensamientos, y sobre todo de alzarse del suelo en que nos postramos para seguir luchando por el futuro, ese futuro en el que siempre, siempre, nos acompañará Saramago. Andrés.
Me han llegado numerosos mensajes y bastantes colaboraciones al periódico. En los próximos números, en la medida de lo posible, daremos cuenta de unos y otros.
Llegado el caso una cultura de opereta comenzará a hacer alarde de su entusiasmo guerrero. Sus escritores son mercenarios. Tipos totalmente irresponsables, que un día lanzan la notica de un estreno y al siguiente el estallido de la guerra. Karl Kraus. 1912

1 comentario:

maravillas dijo...

¡87 años de lucidez! Que no es poco..."Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." José Saramago, Revista del Expreso, Portugal (entrevista) 11 de octubre de 2008. Y a esto se le llama, Andrés Sorel, "La Antorcha del Siglo XXI". Lo único que ha hecho Saramago es pasarte el testigo. En el mundo de las ideas siempre brillará el diálogo, el parlamento del pensamiento, la convivencia y el derecho. Murió el hombre, no el escritor.

Y por último, al hombre no le exijo perfección, sólo que sea humano.

Un abrazo, en la espera de ese artículo sobre "los intelectuales".

La Linterna del S. XXI