miércoles, 26 de enero de 2011

Número 12

INDICE

Editoriales.
No se lamente, mátela.
Ya pasaron las fiestas.
Shakespeare: sobre Francisco Camps y Esperanza Aguirre.

Comunismo y capitalismo.
Albert Einstein. Walter Benjamin. Montaigne. T.S.Eliot
H. Marcusse. Saramago. Raymond Williams.

Visiones sobre Karl Kraus.
Juan Goytisolo. Elias Canetti. Walter Benjamin.

Colaboraciones.
Carlos Taibo: Los diagnósticos sobre la crisis.


EDITORIALES.

No se lamente, mátela.

Era un anuncio de hace varios años. Una incitación al terrorismo ejercida, eso si, sobre algún tipo de insecto, cucaracha o "mosca cojonera".Pienso en el anuncio siempre que escucho a alguien quejarse del gobierno, de la Iglesia, de la banca, de todo aquello que afecte a la vida económica de los ciudadanos, que raros son en cambio los que se lamentan del deterioro de la vida cultural, de la ética, de la degradación humana.
La práctica del sollozo, de la queja resignada, que llevan implícitas el cotilleo y la aceptación sumisa de los hechos, si acaso acompañada de maldiciones a quienes los medios de comunicación señalizan como únicos culpables, tan común a los alienados habitantes conformados y embrutecidos por los propios medios, televisión sobre todo, provocan hilaridad y supongo que satisfacción no contenida, a industriales y mercaderes, eclesiásticos, jueces, políticos. La Iglesia, la más sabia y longeva institución de los poderes que gobiernan el mundo, predica la mansedumbre, la sumisa resignación, para garantizar la vida eterna, por eso preciso es sufrir en la terrenal (no ellos, desde luego). Cinismo, demagogia, miseria política y moral para mantener la explotación del hombre no por el hombre, sino por los poderes dominantes, lenguaje inusual en nuestros días hasta para las organizaciones que se dicen de izquierdas.
Por eso deberíamos aprender de los anuncios -no olvidemos que la publicidad es el mensajero de Dios, es decir, del mercado, que rige en la actualidad nuestras vidas. Y busquemos los detergentes apropiados para que no continúe la farsa.


Ya pasaron las fiestas.

Nada existe más contrarevolucionario y nocivo para el desarrollo de los pueblos que la práctica, año tras año y siglo tras siglo, de los cultos, no solo los religiosos, sino los festivos. Costumbres que se heredan desde lejanos tiempos, y se repiten como vías de escape a los problemas cotidianos que asolan, encadenan al ser humano. Las fiestas se marcan como hábitos culturales a los que se uncen sus organizadores y practicantes a veces durante todo un año, como imprescindibles para escape del trabajo que les encadena y explota, no solo económica, sino también culturalmente, durante los días de su vida. Festejos del santo del lugar, procesiones religiosas, días de carnaval, o las comerciales, día de la madre, del padre, de los enamorados, del trabajo, de la banderita, enfermedades, etc, etc. Múltiples son los caminos que conducen a la enajenación, alienación, destrucción del pensamiento, también de la libertad. Y estos también contribuyen a impedir la regeneración de la vida política, cultural, social, con la necesaria práctica imaginativa de la lucha diaria. (Un ejemplo: el tema de las pensiones: en vez de esforzarse por cambiar las condiciones y normativas de trabajo durante una vida, se monta un circo en torno a si se retrasa uno o dos años la jubilación, cuando ya apenas queda un soplo al cuerpo debilitado para apurar sus últimos suspiros. Es decir se pone el acento en la miseria que queda al ser humano para agotar su existencia con un fondo que no deja de parecer caridad frente a desarrollar condiciones que no sean explotadoras para lo que es su vida entera).
Las fiestas, y sobre todo las institucionales al servicio de la organización más nociva que existe, las iglesias, sean del Dios que sean, y en nuestro país las más extensas son las de Navidad y Semana Santa.
¿Cuándo la Humanidad aprenderá a liberarse de sus cadenas y el ser humano a pensar y organizar la cultura del ocio por si mismo?.

Shakespeare: sobre Francisco Camps y Esperanza Aguirre.

" Mis asuntos en este Estado me han conducido a observar Viena, donde he encontrado una corrupción que hierve y burbujea hasta desbordarse del puchero. La ciudad tiene leyes para todas las corrupciones, es verdad; pero estas faltas se encuentran tan bien protegidas, que nuestras disposiciones se parecen a las prohibiciones colgadas en la tienda de un barbero: se las lee para burlarse de ellas.
Medida por medida, V).
Nota del transcriptor: Viena equivale a Valencia y Madrid.


Comunismo y Capitalismo.


ALBERT EINSTEIN.

Creo que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el deterioro de los individuos. Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se los educa en el éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera. Estoy convencido de que existe un único camino para dominar estos grandes males, que pasa por el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales(...) La realización del socialismo exige resolver ciertos problemas sociopolíticos de gran dificultad desde la centralización fundamental del poder político y económico. ¿Cómo se podrá impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo se pueden proteger los derechos del individuo para así asegurar un contrapeso democrático que equilibre el poder de la burocracia?
1944. Monthley Review. Nueva York.

¿Ha muerto el comunismo? Deberíamos preguntarnos mejor: ¿pueden morir las ideas o es su deificación, su usurpación, su aplicación y desarrollo dogmático lo que fenece y se extingue? ¿Pueden morir la risa, la lágrima, la duda, la belleza, o se encuentran siempre en trance de transformación? ¿Han de extinguirse las razones que llevan a la denuncia de la corrupción, la explotación de los hombres y los pueblos, las desigualdades sociales, las guerras, la tortura, las religiones, los fanatismos, la justicia injusta? He ahí la cuestión, el debate, que no es de nuestros días, por mucha miseria práctica y consecuencias funestas que haya provocado la aplicación política del concepto comunismo. En 1927, Walter Benjamín, al que en tantas ocasiones recurrimos en estas páginas por coherencia con Karl Kraus, escribió unas reflexiones sobre su estancia en Moscú. Decía entre otras cosas:
WALTER BENJAMÍN:

"Si la correlación europea de poder y dinero se llegara a infiltrar en Rusia, no estaría solamente perdido el país, ni siquiera el partido, sino directamente el comunismo. Aquí la gente no tiene todavía los conceptos europeos de consumo y las necesidades europeas de consumo. Mas también es posible que se esté realizando una intención perspicaz del Partido: llegar a equiparar el nivel de consumo con el que tiene Europa Occidental".
Recordemos las líneas enfrentadas que derivaron, poco antes de la II guerra mundial en la deformación del pensamiento y la estrategia del comunismo: agonía de Lenin, Bujarin, la NEP por un lado y Stalin, el control del poder absoluto, el Estado policial, la persecución de cualquier idea revolucionaria y el terror aplicado como defensa de ese poder absoluto y antimarxista. Se perdió el comunismo en Rusia. Y sus habitantes, los menos, surgidos de las cenizas de ese denominado comunismo, viven en el consumo desenfrenado, más voraz y corrupto incluso que el del capitalismo, mientras la mayoría se limita en distintos grados de pobreza, a soñar con él. Volviendo a la vieja historia: poseedores y desposeídos, déspotas y súbditos.
Y los partidos comunistas ortodoxos de los partidos del siglo XXI no reflejarán en sus escuálidos programas sino lo que escribiera Montaigne hace nada menos que cuatro siglos, reflejo del estancamiento de las ideas.

MONTAIGNE:

Nosotros asumimos un mundo ya hecho y formado en ciertas costumbres (...) Sea cual sea el modo en que podemos corregirlo y ordenarlo de nuevo, apenas podemos torcerlo de su inclinación habitual sin romperlo todo. Le preguntaron a Solón si había otorgado las mejores leyes que cabía esperar a los atenienses: Creo que si, respondió, de las que habrían admitido".
En las ciudades donde impera la ley del feroz capitalismo, neoliberalismo más explotador, circulan miles y miles de ciudadanos hacia sus lugares de trabajo, en metros, trenes, que saturan con sus apretones, de pie, soterrado malhumor. Recuerdo al verlos un poema de La tierra baldía de T.S. Eliot. Deberían leerlo, en silencio, el silencio en que ellos viven. Dice en algunos de sus versos.

T.S. ELIOT.

Ciudad irreal,
bajo la niebla parda de un amanecer de invierno.
Una multitud fluía por el puente de Londres, tantos,
no creí que la muerte hubiese deshecho a tantos.
Se exhalaban suspiros, breves y poco frecuentes.
Y cada cual llevaba los ojos fijos en los pies.

Y cantaban en los últimos rescoldos de sus casi ya fenecidos pensamientos lo que desde la escuela, los parlamentos, los periódicos y los púlpitos les enseñaron: "el comunismo ha muerto, viva, que viva siempre la explotación del capitalismo.

MARCUSSE

"La razón técnica se ha hecho razón política. En el medio tecnológico la cultura, la política, y la economía se unen en un sistema omnipresente que devora o rechaza todas las alternativas.
El hombre unidimensional

"No solo una forma específica de gobierno o gobierno de partido hace posible el totalitarismo, sino también un sistema específico de producción y distribución que puede ser muy bien compatible con un "pluralismo de partidos, periódicos, poderes compensatorios".
Mientras más capaces sean los gobernantes de repartir los bienes de consumo, más firmemente estará ligada la población a las diversas burocracias gubernamentales. (...) Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La gente se reconoce en sus mercancias. (...) La cultura industrial avanzada es, en un sentido específico, más ideológica que predecesora, en tanto que la ideología se encuentra hoy en el propio proceso de producción.
Totalitarismo Democrático.

JOSÉ SARAMAGO.

A veces he reflexionado sobre el hecho de que yo siga siendo comunista. Por supuesto lo soy y no me imagino a mí mismo siendo algo distinto. Pero me he dado cuenta de que tenía que añadir algo a ese decir :yo soy comunista, y lo que estoy añadiendo es que soy un comunista libertario.


RAYMOND WILLIAMS

El objetivo político del nuevo capitalismo, y de los Gobiernos que lo apoyan, está claro. Es el de ocultar el verdadero conflicto, disolviéndolo en un falso consenso político; el de edificar no una auténtica comunidad de vida e intereses, sino una falsa cordialidad entre todos los grupos sociales. El consenso político, imprescindible para el éxito del nuevo capitalismo es, en su esencia, una política de manipulación, la política del manejo del hombre, y como tal, profundamente antidemocrática.
May Day Manifiesto. 1968


Visiones sobre Karl Kraus.

Juan Goytisolo.

Para poner de manifiesto la pobreza y la cacofonía de los discursos políticos, económicos, publicitarios, o, peor aún, "culturalmente correctos" que actualmente nos invaden, basta con reproducirlos de manera selectiva, sin ningún comentario (...) La antropofagia del copista asimila el lenguaje universal de la idiotez, deconstruyéndolo mediante sus citas más significativas. Dicho procedimiento fue elevado al rango de obra maestra por el escritor vienés Karl Kraus. Una gran parte de la obra de Kraus el padre de este célebre aforismo: "Al principio fue la prensa, después el mundo"- se basa justamente en la apropiación ideológica del discurso ajeno, a la manera de Cervantes... y también de Flaubert. Una empresa literaria de la talla y la calidad de la del autor de Los últimos días de la Humanidad demuestra, a posteriori, que la "necedad" de Bouvard y Pecuchet no era única: como ellos Kraus copió y atesoró citas escogidas en una especie de joyero o cajón de monstruos de acuerdo con una estrategia que pone al descub ierto los mecanismos ocultos de los disparatarios, de los lugares comunes y de las "verdades" universalmente aceptadas. Karl Kraus era flaubertiano sin saberlo, como Flaubert era cervantino, aun que con conocimiento de causa. El trabajo de Kraus se inscribe contra la falsa modernidad de las vanguardias

Elías Canetti.

De Karl Kraus aprendí que es posible hacer cualquier cosa con las palabras de otro. Él mismo operaba a un ritmo vertiginoso con lo que leía. Era un maestro en acusar a los demás con sus propias palabras, lo cual no significaba que luego les ahorrase su versión personal de la requisitoria. Practicaba ambas cosas y vapuleaba a todo el mundo.

Walter Benjamin

¿Qué son las más precisas informaciones de los diarios en comparación con la espeluznante exactitud con la que Die Fackel expone los hechos jurídicos, lingüísticos y políticos?
Kraus no defiende nunca una opinión. Pues la opinión es esa falsa subjetividad que se puede separar de la persona para ponerla en circulación ya en su calidad de mercancía.
La prensa no es un siervo sino ya el acontecimiento. Así una vez más el instrumento se nos ha escapado de las manos (...) El periódico es un instrumento del poder a quién sirve (...) Si el alto capitalismo no solo degrada los fines del periódico, sino también sus medios, de aquel poder que lo derrota no habrá que esperar un nuevo florecer de humanidad total (...) A ningún otro hombre se le honra mejor con el silencio. Karl Kraus baila la danza de la guerra ante el mausoleo de la lengua alemana... se ha convertido en guardián del mausoleo y hace la guardia ahí, de noche y de día. No existe ningún otro puesto que haya defendido nunca con tanta habilidad, ni ningún otro ha estado más perdido... ¿Puede haber algo más desesperado que su violenta lucha contra la prensa? (...) Quién se tope con Kraus está ya sentenciado: ahí, en su boca un nombre se convierte en una condena.

posdata. Dichosos hoy los Jiménez Losantos, Juan Manuel de Prada, Alfonso Ussía, César Alonso de los Ríos, Herman Terchst, Valentín Puig, Rosa Montero, Elvida Lindo, Isabel San Sebastián, Pío Moa, David Gistau, César Vidal, tántos otros... En nuestro malhadado presente histórico no existe en el mundo de la comunicación ningún Karl Kraus. Y la antorcha que intentamos encender solo encuentra noches oscuras carentes de libertad y pensamiento.
Colaboraciones.
Carlos Taibo. Dos diagnóstico sobre la crisis

En el seno de la izquierda que quiere resistir se hacen valer dos visiones muy distintas en lo relativo a la condición de la crisis que nos atenaza por todas partes. Esas dos visiones difieren sustancialmente a la hora de evaluar el grado de corrosión del capitalismo y lo hacen también cuando llega el momento de atribuir o no un relieve decisivo a la dimensión ecológica de la crisis en cuestión. Como es fácil intuir, remiten, en fin, a percepciones dispares en lo que respecta a cuáles son las tareas principales que debemos acometer.

1. La primera de esas visiones --la que hago mía-- parte de la certeza de que el capitalismo, en un estado de corrosión terminal, ha perdido dramáticamente los frenos de emergencia que en el pasado, y en diversas circunstancias, le permitieron salvar la cara. No sólo eso: ha dejado de ser el sistema eficiente --explotador, injusto y excluyente, sí, pero al tiempo eficiente-- que fue en el pasado. Y es que lo que ahora está en juego no es sólo la dimensión de explotación históricamente vinculada con la lógica del capitalismo: a esa dimensión se suman las secuelas de un sistema que, de siempre depredador y despilfarrador, ha acabado por lesionar gravemente los derechos de las generaciones venideras. Así las cosas, el crecimiento económico del que nuestros patéticos gobernantes se reclaman se acompaña de retrocesos dramáticos en materia de cohesión social, de agresiones medioambientales sin cuento, de activos procesos de agotamiento de los recursos y de fórmulas inéditas de feroz explotación de los países pobres. Todo lo anterior es fácil de percibir una vez se le otorga un significado múltiple a la palabra 'crisis' y se elude la rápida y mecánica identificación de ésta con lo 'financiero' para incorporar una consideración seria de fenómenos tan lacerantes como el cambio climático, el encarecimiento inevitable de los precios de la mayoría de las materias primas energéticas que empleamos, el deterioro planetario de la condición de las mujeres o la prosecución del expolio de los recursos humanos y materiales de los países del Sur.

Así las cosas, y si nada cambia, hay que prepararse para lo que antes o después --eludiré las precisiones, siempre delicadas, en cuanto al momento de manifestación del fenómeno-- será una deriva autoritaria, y desesperada, en la forma de una suerte de darwinismo social militarizado. Sólo tienen cabida entonces, de nuestro lado, y dentro de este diagnóstico, dos respuestas. Si la primera señala que hay que pelear por salir cuanto antes del capitalismo como tal -–y no sólo del capitalismo ‘desregulado’--, la segunda, más escéptica en lo que se refiere a nuestras posibilidades, se inclina por esperar que el colapso provoque una repentina iluminación entre una buena parte de los integrantes de la especie humana. Es fácil intuir, claro, que este último horizonte, con ese colapso de por medio, plantea perspectivas muy delicadas.

Las cosas como fueren, quienes abrazan esta primera visión consideran inexcusable que cualquier programa de emancipación cuestione abiertamente el orden de la propiedad capitalista, reivindique la autogestión generalizada, procure crear nuevos espacios autónomos lejos del sistema dominante, apueste en los países centrales por estrategias de decrecimiento y propicie, en suma, la organización desde la base con franco recelo de lo que infelizmente se cuece al amparo de la mayoría de los partidos y los sindicatos, y al amparo de las elecciones y sus tramas.

2. La segunda de las visiones --compartida por esa mayoría de partidos y sindicatos que acabo de mencionar-- parece partir de un diagnóstico inclinado a apreciar alguna vitalidad, todavía, en el capitalismo de estas horas. Conforme a esta percepción, la corrosión de éste sería mucho menor, por lo que tendría sentido apostar por un retorno al estado de cosas previo a la crisis. Se trataría, en otras palabras, de reconstruir, en el mundo opulento, los muchos elementos de los Estados del bienestar objeto de agresiones en los últimos años/decenios. En tal sentido, y veamos las cosas como las veamos, parece difícil describir este proyecto sin vincularlo de manera expresa con lo que han sido de siempre las propuestas de la socialdemocracia consecuente. Y ello aunque prestemos, en un momento en el que el tiempo empieza a faltarnos, una atención tan educada como escéptica a la idea de que la reconstrucción de los Estados del bienestar no sería sino un primer paso camino de horizontes más ambiciosos.

Mucho me temo que --frente a las acusaciones de radicalidad sin sustento que recibe comúnmente la primera de las visiones, ya glosada-- esta segunda percepción, al margen de tender un patético puente de plata al capitalismo para que éste recapacite y rectifique, es un proyecto ilusorio que ignora la realidad del momento presente. Y es que se asienta en significativos olvidos. Mientras el sistema imperante, por un lado, no parece dispuesto a aceptar este regreso al pasado, por el otro el Estado del bienestar es una fórmula inequívocamente vinculada con el capitalismo e impensable, por ello, fuera de este último. ¿Habría que apostar, en esas condiciones, por un proyecto tan patético como el que se orientaría a crear capitalistas de nuevo cuño, repentinamente civilizados? No está de más subrayar, por añadidura, que el Estado del bienestar es una institución propia del Norte opulento y que, como tal, se antoja una fórmula difícilmente sostenible en un escenario marcado por las reglas --pienso ahora ante todo en las ecológicas-- que ha abrazado históricamente un capitalismo entregado a la tarea de ignorar de forma orgullosa los límites medioambientales y de recursos del planeta.

Esta segunda visión parece, por lo demás, preocupantemente lastrada por sus perceptibles ramificaciones cortoplacistas y electoralistas, y, en su caso, por su condición de mera respuesta, tan inercial como moderada, a las agresiones. Se trataría, en otras palabras, de realizar la tarea que han preferido esquivar, hundidos en el magma neoliberal, los partidos socialistas que han ido abandonando sus primigenios programas socialdemócratas. Acaso no es preciso agregar que, como quiera que la percepción que nos ocupa asume todas las reglas del juego del sistema siempre y cuando reaparezca la regulación perdida, arrastra un atávico desdén por todo aquello que huela, en serio, a salir del capitalismo y, al tiempo, recela de los elementos programáticos --cuestionamiento del orden de propiedad vigente, autogestión, creación de espacios autónomos, decrecimiento, organización desde la base-- que vinculé unas líneas más arriba con la primera de las visiones. En la trastienda lo que se barrunta es un olvido más: el de que existe un grave riesgo de que todo se hunda mientras depositamos nuestra atención en los Estados del bienestar e ignoramos el relieve ingente de la combinación de crisis ecológica y exclusiones sociales.

3. ¿Alguien piensa en serio que limitándonos a pelear por mantener salarios y empleos resolveremos los problemas principales que nos acosan? ¿Alguien considera que es de recibo un discurso sindical que hace muchos años dejó en el trastero las palabras ‘explotación’ y ‘alienación’? ¿Alguien cree de verdad que tiene pleno sentido esa triste tarea a la que parecen entregados los economistas de la izquierda oficial no neoliberalizada: la de subrayar que hay formas de acrecentar la productividad que no pasan por reducir los salarios y congelar las pensiones, sin discutir, entonces, lo principal, esto es, el propio sinsentido de esas formidables estafas que son la mentada productividad y, con ella, la competitividad y el crecimiento?

1 comentario:

maravillas dijo...

Voy a seguir comentando, y fisgoneando en esta Antorcha del Siglo XXI, para que si en realidad hay tiempo, se repita este insosegado acto por la lectura luminosa.

La Linterna del S. XXI