martes, 14 de junio de 2011

Número 22. 15 de junio 2011

SUMARIO



15 M. Oración laica: a la calle, ciudadanos.



Colaboraciones



Carlos Taibo. Sobre el programa del movimiento 15M
Carlos Taibo. Los medios y el programa 15M
Juan José Lanz (UPV/EHV) Opiniones mohicanas de un ciudadano



15 M. Oración laica: a la calle, ciudadanos.


Pregunta al Dios que no existe, pero cree reinar y estar en todas partes:




¿Qué ocurrió a partir del 15 de mayo del año 2011 en la Puerta del Sol de Madrid, en otras céntricas plazas de distintas ciudades de España, con repercusión en distintos foros europeos? ¿Acaso fueron sueños de noches de verano, estallidos lujuriantes de libertad que atrajeron la curiosidad o el aplauso de miles de ciudadanos deseosos de contemplar semejantes explosiones de emancipación y rebeldía? ¿Barrieron las sucesivas tormentas, atmosféricas o policiales, aquella coyunda de conciencias, movilizaciones de quienes se rebelaban a su papel de ciegos, sumisos, esclavos sometidos a la cosa de la corrupción del poder político y los manejos de los trileros, perdón, banqueros, oligarcas, terroristas expoliadores del trabajo y la vida de los ciudadanos? ¿Ha de quedar ya, cuando junio solea y agoniza, desmovilizada y silenciada la rebeldía, la imaginación, las actividades de quienes al fin se han alzado contra la mentira, la enajenación y el poder aliado de la Santa Trinidad única que gobierna el mundo: mercaderes, políticos, iglesias, bien propagadas por el Espíritu Santo de la gran mayoría de los medios de comunicación?



No debiera ser así. Los espacios públicos no deben ser cotos cerrados. Aboguemos porque las plazas se abran y diversifiquen multiplicándose y los escenarios recojan la voz de los que se llaman indignados, en Parlamentos, Bancos, radios y televisiones, ayuntamientos, iglesias, calles, playas, caminos. Que la palabra conquiste todos los espacios que si para el pueblo fueron cerrados, a ellos han de pertenecer. La indignación no debe detenerse, ha de transformarse en acción contínua. Que el estío es buena estación para salir del ghetto. Y en esta explosión de voluntades, puesto que los jóvenes han de ser fundamentalmente los llamados a la Casa del Señor, que no es otra que el reino de la libertad, pueden compaginar perfectamente la pedagogía de la insurgencia política, social y cultural con el goce del vivir a través de los sentidos, con las caricias placenteras, la música, el juego, y crear ese perseguido segundo del éxtasis que va del beso al grito, al margen del sucio dinero y mostrar a los inquisidores, en playas, campos, ágoras, edificios públicos, que otra televisión, la que se fabrica por uno mismo, la que no aliena sino estimula, alienta el sueño y la rebeldía, es posible, cada persona puede ser ella misma y no la que el Gran Poder quiere que sea. El mercado no es una suprema necesidad, sino el gran eslabón de la cadena que lleva a la esclavitud de los pueblos. ¡A desalambrar las conciencias, a conquistar el espacio público! Que ningún espacio os sea ejeno. Llevar a ellos vuestros abrazos, vuestras palabras, y vuestra rebelión. Que esta lucha no es, como la que llevaron los creadores de la transición-traición, por un plato de lentejas bíblico, sino redefinir y transformar la acción política. Votar o no votar, querido Hamlet: esa no es la cuestión mientras la democracia siga oliendo a podrido en España. Empresarios de toda la cosa pública, no ha muerto la poesía. Os habla Rimbaud, joven entre los jóvenes también en 2011. Porque de él es la palabra, la música y la razón. Escuchadle:




"¿Que son para vosotros, corazón mío, esos mantos de sangre / y de brasa, los mil crímenes y los largos gritos de rabia / sollozo de todo infierno derribando cualquier orden / en tanto el Aquilón brama sobre sus ruinas? / ¿Y toda vergüenza? ¡Nada! / Mas a pesar de ello la deseamos. / Industriales, príncipes, senados. ¡Pereced! Poder, justicia, historia: ¡Abajo!"

Necesario es que lo viejo, lo actual, muera, para que algo pueda nacer. Por eso, a partir de ahora, bebed, bebed el embriagador aire de la libertad, bebed a la salud de las posaderas ocultas de la hortaliza alcaldesa, de las virtuales y ajenas formas de la política de sonrisa tan impuesta como almibarada, bebed, bebed a la salud del alcalde huidizo cuya mejor compañía parece ser la de un mudo perro, a la salud de los alcaldes que se beberían la sangre de los no deseados que acceden a sus ciudades, a la salud de todos los otros que se sientan en los bancos cuajados de barras barretinas, mazas mazilentas, flores que se adornan de billetes tan perfumados -¡ah las grandiosas bodas de los trajes, los coches de carreras, las mitras y las chisteras- como pestilentes y vomitivos. Perros y porrras en celo escurren la saliva por las bocas de los fusiles que esgrimen sus lacayos. Necios e infames, de tórpidos cerebros ,que rabian y vociferan -y que miedo dan los que se esconden en algunos periódicos- cuando contemplan como vosotros apuráis la embriagadora espuma de la libertad.

Que el ¡Ya basta! con el que termina Rimbaud su poema, que el ¡A la calle, ciudadanos! sea las única bandera que envuelva a los insumisos. Ya basta, reyes, diputados, banqueros, obispos, jueces, periodistas de la caverna... ¡Ya basta!, que todavía el pueblo no ha sucumbido, y estos jóvenes que en la noche sin sueño se acarician, quieren despertar la utopía para que el mundo no perezca. Ya basta que en el mundo mueran 8000 personas de hambre al día para que vosotros vistáis ropas de marca en cuerpos sobre los que se posan calaveras huecas, ya basta de academias fascistas e iglesias devoradoras e inquisitoriales. Miserables dueños de la violencia, -que bien le sentarían a algunos diputados de los que más gesticulan los uniformes nazis- podéis intenar vomitar palabras para embaucar y atraer los votos de los ignorantes, pero no mataréis las conciencias de los rebeldes, y de las conciencias terminan brotando los actos emancipadores. Y este verano la palabra libre de la conciencia digna quieren llevarla a todas partes. Para ser cada vez más. Hasta que una ola grandiosa avance sobre vosotros y no tengáis porras y balas suficientes para contenerla. Palabra y razón son las parteras de la violencia revolucionaria. Y así, desde las plazas que nuclean las ciudades se abrirán las grandes alamedas de la libertad. Allí vamos a congregarnos bajo la intensa luz del verano.Abramos todas las ventanas para que se cierren y agrieten las de los Parlamentos, Alcaldías, Bolsas, templos, televisiones, radios. Despertar a otra vida no sumisa es posible. Cada ciudadano se convertirá en un Partido. Hasta que un día se unan todos y pueda creerse en las palabras democracia y libertad. Demostrar vosotros, los que siempre llamaron descamisados, a los que se dicen intelectuales, que miedo y cobardía son las antítesis de la imaginación. Dicre Walter Benjamin que "solo sobre un muerto no tiene potestad nadie". Los que seáis rebeldes y sepáis multiplicar los actos, y los surgidos del 15 M podéis decir a todo el mundo: solo sobre los vivos, si quieren saberse vivos y actuar como seres vivos y libres, no tendrá potestad ningún poder que sea ajeno al emanado de su propia voluntad.












Sobre el programa del movimiento 15-M







Carlos Taibo







Aunque pensé que con el paso de los días las aguas iban a bajar más calmadas, lo cierto es que no ha remitido la discusión relativa a un supuesto programa del movimiento 15-M que se concretaría en cuatro puntos: reforma del sistema electoral, lucha contra la corrupción, mejoras en materia de división de poderes y control sobre los responsables políticos.





Conviene dejar sentado desde ahora que el alcance de ese programa es limitado. Nació de una de las muchas comisiones que operan en la Puerta del Sol madrileña --la de política a corto plazo--, cabe suponer que debe mezclarse con las propuestas que surjan de otras comisiones, en modo alguno toma en consideración lo que hayan podido decidir l@s participantes en acampadas y asambleas en otros lugares y, en suma, no ha sido refrendado como la propuesta del movimiento. Su eco mediático ha resultado ser, sin embargo, muy notable --aún ayer, sábado 4 de junio, Informe semanal se refería a esos puntos como si fueran el programa de todo un movimiento--, algo detrás de lo cual hay quien ha apreciado la influencia de alguna mano negra que apostaría, con malas artes, por una rápida y contundente anulación de cualquier horizonte de contestación abierta, desde el movimiento, del sistema que padecemos.




Aunque el alcance de la propuesta mencionada es --parece-- escaso, creo que haremos bien en apreciar en ella un síntoma de algo que está ocurriendo y que puede reaparecer con fuerza aún mayor. Pienso, en primer lugar, en algunas de las consecuencias imprevistas, no precisamente saludables, del procedimiento de decisión que se está aplicando en tantos lugares: un método que, al desterrar el voto en provecho del consenso, permite prescindir, sin más, de un sinfín de propuestas que gozan de un amplísimo respaldo entre quienes las debaten. Al final, y de resultas, sólo salen adelante aquellas iniciativas que, por lógica, no suscitan controversia alguna. Nadie dirá, claro, que se opone a la instauración de medidas que castiguen la corrupción. No es difícil iluminar la consecuencia mayor del despliegue de ese procedimiento: el movimiento pasa a vincularse con un consenso de mínimos que se reduce a acuerdos en materias muy generales, que no parece llamado a tener ninguna consecuencia práctica --es curioso que los defensores de la fórmula que nos ocupa sostengan lo contrario-- y que deja manifiestamente descontent@s a much@s de l@s implicad@s.




Y es que, y por acudir directamente al ejemplo de las discusiones que con certeza se hicieron valer en la comisión madrileña de corto plazo, a buen seguro que en ellas se escucharon voces que, tras enunciar distancias con respecto a la democracia representativa y delegativa, defendieron orgullosamente el despliegue de fórmulas de democracia directa. El ascendiente de esas voces es nulo, sin embargo, en términos de una propuesta final que a la postre corre el riesgo de recoger un puñado de ideas que, bien que compartidas por tod@s, no prestan atención a percepciones muy extendidas entre acampad@s y asambleístas. En ese sentido, a la hora de analizar esa propuesta final tanto relieve tiene lo que dice como aquello que no dice. La ausencia, en paralelo, de unos principios programáticos que, mucho más amplios, recojan sensibilidades diversas se hace mucho más llamativa en un escenario en el que el consenso se traduce inequívocamente en una exquisita moderación que, ajena a cualquier suerte de pluralismo, deja inequívocamente descontent@s a much@s.




De discusiones como la invocada depende, ni más ni menos, la imagen del movimiento como un todo. He sostenido en las últimas semanas que en el seno de ese movimiento hay como poco dos almas (bien es cierto que al calor de las recién creadas asambleas de barrio está asomando alguna más). Si la primera la aportan los movimientos sociales críticos --el caudal de activistas y de propuestas que nacen de los centros autogestionados y okupados, del ecologismo, el feminismo y las redes de solidaridad que mantienen encendida la llama de la contestación, y del sindicalismo alternativo--, la segunda nace de l@s jóvenes indignad@s con la ignominia del sistema político y económico que se nos ofrece, comúnmente en activo proceso de concienciación. Me limitaré a enunciar una obviedad: como quiera que no nos podemos permitir el lujo de divisiones en un momento como el presente, es muy importante que las declaraciones programáticas del movimiento, y con ellas sus concreciones en forma de propuestas precisas, dejen espacio suficiente para que nadie se sienta excluid@ y para que tod@s nos encontremos razonablemente representad@s. Creo firmemente que el programa que los medios de incomunicación han aireado los últimos días, interesadamente, como el propio del movimiento 15-M no satisface, siquiera mínimamente, esa premisa.










Los medios y el movimiento 15-M







Carlos Taibo







He escuchado con frecuencia, en acampadas y manifestaciones del movimiento 15-M, que este último no puede quejarse del trato, razonablemente generoso, que ha recibido de los medios de comunicación. Semejante afirmación, un tanto sorprendente, encaja a la perfección con la condición de un movimiento que, saludablemente crítico con tantas cosas, parece poco interesado en contestar una de las fuentes principales de miseria que atenazan a nuestras sociedades.





Olvidemos hoy, y por una vez, a la caverna mediática orquestada por la derecha más ultramontana. Limitémonos a señalar al respecto que, dramáticamente fuera de la realidad, ofrece en estas horas algunos de los mejores programas de humor de radios y televisiones. Bastará con recordar que uno de sus todólogos -estrella se permitió señalar que el movimiento 15-M estaba dirigido por etarras especializados en guerrilla urbana…





Mucho mayor interés tiene lo que ha ocurrido en las últimas semanas con los medios de comunicación ‘progresistas’ (no me deja de sorprender que este adjetivo siga siendo utilizado por muchos para retratar una realidad que al parecer entienden es venturosa). Hablo de los medios que se hallan bajo control de gobiernos socialistas, como hablo, en otro terreno, de los diarios El País y Público.





Si se trata de sopesar lo que, a mi entender, han abrazado los medios ‘progresistas’ en relación con el 15-M, lo primero que hay que señalar es que parecen atenazados por una obsesión: les molesta sobremanera la condición de un movimiento que, orgullosamente asambleario y antiautoritario, carece de caras visibles. La desesperación que esto genera conduce a filigranas, comúnmente patéticas, para encontrar esas caras.





Más allá de lo anterior, los medios ‘progresistas’ parecen empeñados en defender altruistamente al movimiento frente a la caverna. Claro es que, al hacerlo, prefieren olvidar lo que el movimiento es en sí mismo, como prefieren sortear que tiene suficientes arrestos para defenderse por sí solo. En su trabajo lo común es que echen mano de una descripción que considera que el 15-M exhibe dos caras: mientras, por un lado, estarían los jóvenes indignados, siempre pulidos y civilizados, por el otro se hallarían los marginales, violentos y deleznables antisistema de siempre. Al amparo de esta dramática e interesada distorsión de la realidad, se inclinan por ignorar que la única distinción de relieve a la hora de dar cuenta de lo que el movimiento arrastra es la que identifica, de un lado, a los jóvenes indignados --a menudo visiblemente meritocráticos-- y, del otro, a un sinfín de activistas de los movimientos sociales críticos. El trato que estos últimos merecen se divide entre el olvido y la demonización franca.





De resultas de lo anterior, los medios ‘progresistas’ parten de la presunción de que el grueso de las propuestas que nacen del movimiento son razonables y respetables, como lo son esos jóvenes lógicamente indignados que se manifiestan en acampadas y calles. Para llegar a esa conclusión no queda otro remedio que rebajar sensiblemente el contenido de esas propuestas, dejando al efecto sobre el terreno únicamente aquellas que disfrutan de un apoyo poco menos que universal. Así las cosas, sólo se nos habla de la necesidad de luchar contra la corrupción, fortalecer la división de poderes y reformar el sistema electoral, en abierto olvido de que del movimiento surgen propuestas que reclaman transformaciones radicales, contestan activamente lo que supone al capitalismo y hacen suyos los cimientos de una sociedad antipatriarcal, antiproductivista e internacionalista. Todo esto último, sin más, no interesa.




Los medios de comunicación ‘progresistas’ ignoran, en suma, la que al cabo es la apuesta principal de muchos de los activistas que trabajan en el movimiento 15-M: la que, lejos de reclamar una reforma del sistema que padecemos, reivindica la generación de espacios de autonomía en los que, de manera autogestionaria, se apliquen reglas del juego muy diferentes de las hoy imperantes. En este sentido, los medios que nos ocupan no dudan en señalar que el movimiento debe contentarse con influir sobre otros --gobiernos, parlamentos, partidos, sindicatos-- o, en el mejor de los casos, debe asumir el ejercicio de pasar por las urnas para refrendar sus presuntos apoyos populares. No parece que lo anterior sea otra cosa que un ejercicio de ingeniería obscenamente encaminado a cortar las alas a un movimiento que, en virtud de su impulso inicial, busca con claridad otros horizontes. Para hacerlos realidad, cada vez parece más urgente que asuma una posición de franco distanciamiento con respecto a la miseria que difunden los medios ‘progresistas’.







Opiniones mohicanas de un ciudadano cabreado







Juan José Lanz




UPV-EHV







En estos días he recibido varios correos electrónicos de algunos colegas y amigos en el extranjero que se preocupaban por la situación en España y por el movimiento 15-M. Podrían sustanciarse en estas palabras: “veo con una rara mezcla de estupefacción, intriga y deja-vu lo que esta pasando en España. Y la verdad... los análisis periodísticos de vuestros diarios no me alcanzan para entender hacia dónde van... […] ¿Como se vive esto por allá? ¿qué piensan en la “universidad” mis amigos intelectuales?”.





Las palabras que siguen, acertadas o confundidas, intentan dar respuesta a esas preguntas. Son opiniones personales, pero eso creo que no las descalifica. Precisamente porque son personales tienen un valor que también es necesario reivindicar estos días.





Esa es justamente nuestra pregunta: ¿Qué está pasando?





Tu carta, y la de otros amigos y colegas desde el extranjero, me ha obligado a poner en orden (o en desorden) algunas reflexiones que me llevo haciendo desde hace tiempo. Perdona lo largo de estas líneas que exceden lo propio de una carta y que avanzan más hacia el manifiesto. Son algunas impresiones desordenadas de un ciudadano cabreado.





Por supuesto, cualquier movimiento de reivindicación ciudadana de mayor democracia es siempre algo positivo y bueno. La incertidumbre es justamente la del gran devorador del capitalismo, que se engulle todos los movimientos democratizadores para canalizarlos en opciones que son escasamente democráticas.





Es lógico que la gente esté (estemos) harta: un 20% de paro, reducción de los sueldos (aquellos que los tenemos), un 35% de paro entre los jóvenes menores de 30 años, con un 45% de tasa de temporalidad, que reciben en más de un 50% ayudas económicas familiares, cuando no viven en casa de los padres; etc. La crisis de 2008 anunciaba a bombo y platillo “la refundación del capitalismo”, con un movimiento más humanitario, un reparto más igualitario de los beneficios, una menor acumulación de capital y una redistribución de la riqueza, etc. El resultado es básicamente el contrario: los grandes capitales, que fueron quienes causaron la quiebra de 2008, son los máximos beneficiarios del “nuevo orden”; los directores de los bancos, de las grandes empresas, etc. no sólo han aumentado el beneficio de sus empresas en tiempos de crisis, sino que además han aumentado desmesuradamente sus sueldos y sus propios beneficios, como consecuencia de “haber sabido gestionar bien la actual crisis”.





Para las grandes fortunas alemanas, la II Guerra Mundial fue el gran negocio: cuando estuvo Hitler, durante la contienda, y también cuando se perdió la guerra. Ellos nunca perdieron la guerra, pues siguieron enriqueciéndose y más tras la derrota. Algo parecido puede verse ahora. Las grandes empresas aumentan sus beneficios en tiempos de crisis a medida que los miembros menos favorecidos se hunden más. En consecuencia, lo que se ha producido es una fractura social mucho mayor que antes de la crisis: los ricos son menos en número pero inmensamente más en fortuna; los pobres son cada vez más y más.





¿Cómo se traduce esto en términos políticos? Fácilmente. Sarkozy y Angela Merkel dominan el cotarro absolutamente con un discurso filo-fascista (con tintes modernos, eso sí): los países mediterráneos deben dejar de vivir de las ayudas y los subsidios (que a Francia y Alemania son a los que más benefician) y empezar a producir de verdad, a los precios bajos que benefician a las potencias europeas. Merkel planteó hace unos días, en plenas elecciones, que los países europeos (implícitamente su mensaje iba dirigido a los países del sur de Europa: Grecia, Portugal y España) deberían igualar su jornada laboral, su jubilación y sus vacaciones, para así ser más productivos (implícitamente el modelo que se ofrecía era el alemán). Lo que no dijo Merkel es que, en comparación con España, los alemanes tienen más días de vacaciones anuales, trabajan menos semanales y se jubilan antes, en términos generales. El mensaje, en boca de quien declaró hace no mucho que el multiculturalismo había fracasado en Europa, reavivaba todos los tópicos culturales en los que se fundan la xenofobia y el racismo. El verdadero mensaje era el siguiente: produzcan ustedes a los precios de Bangla Desh para que nosotros sigamos enriqueciéndonos; sean los nuevos “turcos” de Europa.





Mientras tanto, ofrecen su cara más aparente amable, tanto Sarkozy como Merkel como en general la derecha europea, diciendo que están frenando a la extrema derecha, racista y fascista, tanto en Filandia (por ejemplo) como en la propia Francia, donde la ultraderecha gana puestos cada día. Nada dicen de ese nuevo Duce que es Berlusconi, por ejemplo, o del avance de la derecha filo-fascista en algunos de los países del este de Europa, o de la participación de la extrema derecha en el gobierno holandés.





Es significativo que los ataques económicos que se han sufrido en Europa y los famosos “rescates” hayan sido justamente de países con gobiernos próximos al centro-izquierda (sería exagerado hablar de social-democracia): Irlanda, Portugal, Grecia y España (aún no “rescatado”, pero objeto de claros ataques). Mientras la derecha, cada vez más radical y más extrema bajo la cobertura amable de un neoliberalismo que asume un capitalismo más salvaje, ha obrado los mayores desbarajustes en las economías de estos países, como muestra la gestión que el gobierno socialista griego tiene que hacer del desastre neoliberal de su precedente o la burbuja inmobiliaria que se produjo en nuestro país en los años noventa, que no provocó en cambio una bajada de los precios de la vivienda, sino todo lo contrario, un incremento radical (la media del precio de la vivienda en España es el doble de la media del precio en Europa) y un mayor beneficio de los bancos que daban préstamos como si regalaran el dinero. La derecha impone unas políticas económicas neo-liberales, que limitan con el capitalismo salvaje, mientras que a los gobiernos de centro-izquierda les toca gestionar con paños calientes esas políticas neo-liberales (y neo-conservadoras) al modo simple de “o cumples lo que te impongo (y dejas tus criterios éticos aparte) o vendrá otro que lo hará sin más preguntas”.





Son los países europeos más potentes desde un punto de vista económico quienes están estableciendo, a través del Banco Central Europeo, las condiciones de los préstamos a los países “rescatados”; condiciones que limitan casi con la usura. Y lo hacen con la seguridad implícita de que los pagos de la deuda se harán de cualquier modo, y en última instancia con una privatización no sólo de las empresas estatales, de sus edificios o de su patrimonio cultural, sino incluso de su suelo patrio. Del mismo modo que mi banco, le interese o no (que le interesa a largo plazo), se quedará con mi casa si yo no consigo pagar mi hipoteca en las condiciones cada vez más gravosas que me impone, los principales bancos que gestionan el Banco Central Europeo saben que en caso de que Grecia, Portugal e Irlanda y, probablemente, pronto España, no paguen sus “rescates”, podrán quedarse con el patrimonio público de estos países (vía privatización impuesta o de cualquier otro modo más sutil), o, dicho de modo más crudo y menos hipócrita, con esos países. Del mismo modo que, no nos engañemos, las grandes empresas son dueñas de aquellos países que viven para su producción exclusiva; llámese petróleo, ropa o como se quiera. No nos engañemos, no es Europa la que se hunde; lo que hay es una redistribución del sistema de poder en Europa encabezado por quienes no han dejado de gestionarlo desde un principio. Los demás somos simples convidados de piedra.





En un movimiento claro de la extrema derecha, se ha desposeído a la derecha política de cualquier dimensión ética. “La ética es de izquierdas”, se nos ha venido propalando. Con lo cual, la derecha política puede hacer lo que le dé la gana, sin ninguna cortapisa moral (no hay más que ver el caso de Berlusconi o evocar, sin ir más lejos, a George W. Bush), e impone semejante itinerario a la izquierda. Mientras tanto hemos acudido al desmontaje político de opciones ideológicas comprometidas. Las mismas calificaciones de “alternativos”, “anti-sistema”, etc. han servido para desmontar políticamente esas opciones ideológicas, mostrando que su participación en el campo de la política real, de los órganos verdaderamente decisorios, sólo puede ser de modo marginal. Las asociaciones ciudadanas, que tan importante papel desempeñaron en la Transición democrática, los grupos ecologistas, los movimientos por un mundo distinto, etc. tienen su cabida en el sistema siempre que no se planteen como una opción real de poder, siempre que respeten el estricto sistema de un orden político establecido y legitimado social y generacionalmente por el discurso de “lo que nos ha costado lograr este estado democrático”, “¡cómo nos hemos acostumbrado a esta fiesta de la democracia!”, etc. Fiesta y estado democrático en el que los índices de participación son cada vez más bajos (en torno a un 60% en los momentos de mayor auge), lógicamente cuando el único papel que se le da al ciudadano es la papeleta electoral cada cuatro años. No es de extrañar que sea cada vez mayor el número de ciudadanos no sólo indignados, como el manifiesto de Stéphane Hessel, sino realmente cabreados con un sistema que ignora sus preocupaciones día a día.





Es necesario, por lo tanto, una refundación de la democracia, como sistema participativo, una revalorización ética del sistema político (es indignante que las listas de los principales partidos integren a políticos imputados en diversos procesos judiciales; es más indignante aún que quienes han sido partícipes de la corrupción aumenten su rédito electoral). Es más, creo que lo que es necesario realmente es una refundación social de la democracia, con todo el contenido que ese concepto conlleva: no sólo mayor participación ciudadana en la vida política, sino una conciencia clara de la necesidad de un reparto social de la riqueza, de un proyecto humanista común, de una conciencia pública de la necesidad de construcción de un mundo diferente.





Me temo que la Europa que se ha construido en los últimos años no se plantea esos ideales. Me temo que el neo-capitalismo dominante en buena parte de nuestro mundo (e incluso en China, todo hay que decirlo) no comparte esos ideales. Me temo que los regímenes presidencialistas que se ocultan bajo la máscara de esos objetivos desconfían íntimamente del modelo democrático. En fin, creo que es necesario construir esa opción de modo radical y consciente, con una conciencia de verdadera opción política de poder; no como “alternativa”, ni como “anti-sistema”, sino como una “alternativa otra” y la posibilidad real de un “sistema otro”.





Siento que esta carta sea más extensa de lo que parece ser prudente en una relación epistolar. Espero que sirva para informarte de la impresión de un ciudadano que observa el mundo e intenta comprenderlo.

1 comentario:

COMANDO ALCANTARILLA. dijo...

¡Brillantes.....Andrés, Carlos y Juan¡. Un verdadero placer leeros.

Salud y Libertad.

La Linterna del S. XXI